No entiendo como he podido terminar así. Atada, indefensa, suplicante, cachonda, empapada, sollozando. Suplico, ruego, suspiro, pido, imploro, pero no me hacen caso. Solo soy su juguete. Su voayeur.
Lo tenían todo planeado, desde el principio, y yo me he dejado engañar como una tonta. Y ahora, están los tres frente a mí. Dos hombres y una mujer. Follando, follando como locos, gimiendo, gritando, sudando, suspirando, ignorando mis suplicas. Y yo, atada a la pared de pies y manos, sin poder hacer nada salvo mirarles e implorar. Sin poder acariciarme con mis manos, sin siquiera el derecho a patalear. Mis pies están firmemente sujetos. Solo puedo mirarles y oírles. Mi coño empapa mis muslos y gotea al suelo de placer al verlos mientras el resto de mi cuerpo sufre la tortura.
Todo ha comenzado con una llamada de una amiga. Me ha pedido un favor. Tenía una cita y necesitaba que la acompañara. Ella, su chico y un incomodo sujetavelas que la fastidiaba sus planes. ¡Maldita mentirosa!
He aceptado. Nunca esta de más que te deban un favor, nunca sabes cuando puedes tu necesitar uno. He acudido a la cita elegante y atractivamente vestida. Un vestido negro de tirantes con algo de escote y unos zapatos de tacón. He llegado al bar y mi amiga esperaba en la puerta. Me ha dado un ligero beso en los labios, que no me ha sorprendido, y me ha invitado a pasar. Los chicos nos esperaban.
La cita no empezaba mal. El sujetavelas en cuestión era un hombre bastante atractivo. Alto, atlético, de sonrisa traviesa y mirada profunda, maduro, con alguna cana en su pelo moreno que le daban un toque seductor. He tenido la sensación de que la velada iba a ser interesante. No me he equivocado. ¡Pero no esperaba acabar aquí! ¡Atada viéndolos follar como animales salvajes!
La cena ha sido distendida. No he tenido más que reconocer el buen gusto de mi amiga eligiendo acompañante. Su chico también era tremendamente atractivo. Incluso ella, con aquella blusa vaporosa de color azul celeste, me ha parecido tremendamente sensual.
Mi calenturienta mente ha viajado durante la cena a alguna fiesta sexual entre los cuatro y no he tardado en notarme humedecida. ¡Que cerca, y que lejos, estaban mis pensamientos de la realidad!
Acabada la cena mi amiga no ha dudado en invitarnos a los tres a tomar algo a su casa. A mi me ha parecido una estupenda idea. Se acercaba mucho a la idea que había estado humedeciendo mi ropa interior. Los chicos también han aceptado encantados.
Hemos subido a la casa y nos hemos sentado en el salón. Mi amiga nos ha traído unas copas y hemos empezado a charlar. La conversación se ha empezado a tornar en banal y aburrida y, ¡estúpida de mi!, he decidido sacar a pasear mi lado travieso y provocador. Ni corta ni perezosa, aprovechando un instante de silencio entre los cuatro, he tomado la palabra y les he confesado mis pensamientos durante la cena. Los tres han puesto cara de sorprendidos. Mirándome como si estuviera loca. ¡Hijos de puta como me han engañado!
Viéndoles así, sorprendidos, incluso, aparentemente algo cohibidos, mi lado perverso se ha ido soltando la melena. He empezado a darles detalles de lo que mi mente había estado pensando mientras nos servían la comida. Les he hablado de mis ideas calenturientas, de lo morbosamente excitada que me había sentido durante la cena pensando en una fiesta sexual entre los cuatro, pensando en cuatro cuerpos desnudos, sudorosos, borrachos de lujuria y de deseo, pensando en miradas lascivas, palabras soeces, olores intensos a sexo. Les he contado, ya totalmente desinhibida ante sus miradas de asombro y sus caras sonrojadas, como la humedad del deseo había ido impregnando mi ropa interior mientras pensaba en caricias entre los cuatro, besos húmedos compartidos, el sabor de sus tres sexos en mi boca.
Mi discurso estaba causando efecto, no me quitaban la vista de encima, se les notaba interesados, nerviosos, poco a poco más y más excitados e inquietos. ¡Cabrones que bien estaban actuando!
He empezado a acompañar mis palabras con movimientos lascivos y provocadores. Sin dejar de sentir sus miradas fijas en mí he empezado a subir y bajar las manos por mis piernas, cada vez más arriba, subiendo con ellas mi vestido lentamente, mordisqueándome los labios y entrecortando mis palabras entre suspiros intencionados. No he dejado de rozarme hasta que mi vestido ha quedado casi por completo enroscado en mi cintura y mis muslos a la vista de mis sorprendidos oyentes.
Entonces ha empezado todo. El que hacía el papel de incomodo sujetavelas, por que todos hacíamos un papel, yo el de pardilla, se ha levantado del asiento. Se veía que mi conversación y mis caricias habían causado efecto en él. Una tremenda erección deformaba sus pantalones. Ha venido a sentarse a mi lado y ha puesto una de sus manos sobre mis muslos. Le he dejado hacer. Era lo que estaba deseando desde que lo imagine durante la cena con su lengua entre mis piernas. Mi amiga y su chico han empezado a besarse. Frente a ellos podía ver como sus lenguas se buscaban y se entrelazaban. He notado como la imagen de los dos besándose y acariciándose y el calor de la mano que recorría mis muslos volvían a empaparme por completo. He buscado sus labios y le he besado apasionadamente. Buscando con mis manos el contacto con su piel levantándole la ropa, empezando a desabrochárle los botones de la camisa. El ha bajado los tirantes de mi vestido. Mis firmes pechos han quedado frente a él y no ha dudado en bajar a lamerlos. Le he apretado su cabeza contra ellos sin quitar la vista de mi amiga y su chico que también empezaban a desnudarse entre suspiros.
Entonces he notado como paraban de mordisquearme los pezones. Me ha dicho que se sentía incomodo delante de sus amigos. Que prefería que nos fuéramos a otro cuarto a solas. ¡Que bien has actuado grandísimo cabrón!
Yo me moría de ganas por quedarme allí, por compartir también las caricias del chico de mi amiga, por meter también mi lengua en la boca de ella, por besar sus pechos, por lamer sus sexos, por disfrutar de los tres. Pero viendo su cara de por favor y sintiendo la necesidad de volver a sentir su lengua en mis pezones he aceptado.
Me ha llevado de la mano a una de las habitaciones. Por el camino mi vestido ha ido cayendo al suelo hasta que lo he dejado abandonado a su suerte en mitad del pasillo. He llegado a la habitación con mis pezones erectos, mi boca entreabierta y mis bragas mojadas. Hemos entrado en la habitación a oscuras. El me ha apoyado contra la pared. Me ha estrujado contra sus brazos. Me ha metido la lengua hasta el fondo de la boca mientras con sus manos masajeaba mis pezones. Me ha hecho suspirar. Me ha calentado. Me ha puesto cachonda hasta perder el control de la situación. Me ha agarrado de las manos y las ha ido subiendo por la pared hasta dejarme con los brazos extendidos aprisionada bajo su cuerpo. He notado como algo se anudaba en mis muñecas y como de pronto estas se tensaban. Entonces ha empezado mi tortura.
Antes de que haya podido reaccionar se han encendido las luces de la habitación. Mi amiga y su chico han entrado y se han sonreído. He empezado a preguntar que pasaba, que estaban haciendo, pero no respondían, solo sonreían. El otro chico me ha despojado de mis bragas y me ha dejado completamente desnuda. Con su humedad ha mojado mi cara y luego le ha dado mis bragas a, la que yo consideraba mi amiga. Ha respirado profundo en ellas y se ha relamido. He seguido preguntando que hacían. Pero no me respondían. Ambos chicos se han agachado a mi lado y cada uno de ellos ha sujetado una de mis piernas. He bajado la mirada y he visto como en la pared había dos lazos. Han llevado mis piernas hasta ellos y, sin poder hacer nada por evitarlo me han anudado los tobillos mientras hacían comentarios sobre lo cachonda que estaba y lo putita que era. Les he ordenado que me soltaran. No me gusta que me insulten y me he enfurecido. He intentado soltarme pero me habían atado fuertemente. Los tres se sonreían, ahora era yo la que tenia cara de sorprendida. ¡Había caído en su trampa! ¡Me habían utilizado desde el principio!
Mis gritos cada vez eran menos imperativos y más suplicantes. La posición no era del todo incomoda. Mis piernas habían quedado ligeramente entreabiertas y los brazos en alto pero no me gustaba sentirme indefensa. Aquella no era mi idea de una fiesta sexual entre los cuatro.
Los tres se han subido a la cama. Los dos chicos a ambos lados de ella. Han empezado a besarse. Ella va girando la cabeza de boca en boca. Primero a la boca de su chico, después a la del atractivo acompañante. Anudando sus lenguas, intercambiando sus salivas. Sus miradas son lascivas. Yo seguía suplicando que me soltaran. Mi mente no dejaba de pensar en lo estúpida que había sido. Mi coño, en cambio, comenzaba a latirme con fuerza.
Las hábiles manos de los chicos no han tardado en dejarla en ropa interior. Lleva un conjunto de color violeta claro. Sus pezones se marcan en el sujetador. La mancha oscura en su tanga delata lo excitada que esta. Desde atrás su chico desabrocha el sujetador. Su acompañante disfruta de la preciosa vista de sus tetas. Sus pezones son grandes y de un tono marrón oscuro. Se ven completamente duros. El se agacha ligeramente y comienza a lamerlos, succionarlos y mordisquearlos. Su chico mientras tanto la besa en cuello. Ella suspira de placer. Y me mira. ¡La muy hija de puta no deja de mirarme! Con sus ojos brillantes por el deseo observa como intento soltarme de las cuerdas y como mi coño empieza a empapar mis muslos. Se sonríe.
Poco a poco los chicos se van desnudando. Me muestran sus cuerpos atléticos y sudorosos sin ni siquiera mirarme. Solo le prestan atención a ella, ningún caso a mis ruegos y suplicas cada vez mas mitigados por la desesperación. Se quedan completamente desnudos, sus pollas erectas, sus respiraciones agitadas. Noto como las gotas de mi flujo resbalan por mis piernas. ¡Dios, necesito al menos tocarme!
Se lo suplico. Se ríen. Comentan lo cachonda que estoy y lo perra y zorra que se me ve. Vuelvo a enfurecerme. Los maldigo. Los insulto. Eso parece excitarlos más. Mi coño sigue latiendo con fuerza.
Ella se deja despojar de las bragas. Tiene el coño completamente depilado y se ve brillante y abierto. Se tumba en la cama y comienza a mamarles sus vergas empalmadas. Las pone una junto a la otra. Las recorre con la lengua. Las separa solo para introducírselas hasta el fondo de su garganta para volverlas a sacar brillantes y más tensas. Ellos jadean, disfrutan, se excitan, me miran. ¡Hijos de puta dejar de mirarme y soltarme! Se sonríen. Se miran. Dicen cosas soeces sobre mi. Se jactan de ver como mi coño gotea al suelo. Me siento utilizada, usada. Y tremendamente cachonda.
Ella se arrodilla en la cama entreabriendo sus piernas. Se introduce la polla de su chico en la boca y comienza a mamarla con ansia. Su acompañante se agacha y mete la cabeza entre sus piernas pasando su lengua por toda la humedad de su coño. Ella suspira sin dejar de tragarse la polla de su chico. ¡Los odio! ¡Me oyen cerdos! ¡Los odio!
Se que me oyen pero no me hacen caso. Ella estalla en un orgasmo en la boca del chico. Sale de debajo de ella con la cara brillante. Empapada en flujos blanquecinos. Ella se gira y se dedica a recompensarle. Le lame la cara, se la limpia de flujos y con los labios brillantes y mirada lujuriosa se abalanza sobre su polla y la devora. El gime con fuerza. Oigo sus gritos de placer y aunque aprieto mis ojos para no verlo sus jadeos hacen que me ponga más cachonda y mi coño me ruegue que lo acaricie. ¡Por favor soltarme una mano para que pueda masturbarme! Les suplico.
Vuelven a insultarme. Vuelven a decir cosas soeces y lascivas sobre mí. Vuelven a hablar de lo cachonda y cerda que soy. Esta vez no les insulto. Tienen razón. Estoy cachonda como una perra y necesito al menos masturbarme. Pero no hacen caso a mis suplicas y siguen follándose.
El chico de mi amiga aprovecha la postura de su chica para penetrarla desde atrás. Inserta su polla en su coño mojado y agarrado a su cintura empuja con sus caderas haciéndola tragar la polla de su acompañante. Les oigo jadear. Abro los ojos casi inconscientemente. Los veo follar y mi coño no lo resiste más. Ante la falta de mis caricias estalla él solo en un tremendo orgasmo que me hace gritar de placer.
Uno de los chicos dilata el culo de ella con los dedos. La preparan para penetrarla los dos a la vez. Con los dedos y la humedad de su coño no tardan en dilatarlo y dejarlo preparado. Uno de ellos se tumba en la cama. Ella despacio se va sentando sobre él. Me dejan ver como su polla la va invadiendo lentamente su precioso culo mientras noto como mi orgasmo resbala por mis muslos. Lentamente, entre fuertes gemidos de placer, su culo se traga por completo aquella brillante polla. Se deja caer hacia atrás y el aprovecha para sujetarse a sus pezones. Su chico toma posición. Lentamente. Dejándola disfrutar de cada centímetro de sexo que la penetra va llenando su coño. Después se apoya en sus brazos y comienza a mover rítmicamente las caderas. Veo como la folla. ¡POR DIOS, POR DIOS, SOLTARME!
Gritan, jadean. La oigo a ella pedir que no paren. Ellos suspiran y se tensan. La oigo gritar a ella que va a correrse. ¡Me corro, me corro! Grita la muy cerda. Mi coño vuelve a latirme. Me sangran un poco los labios de tanto mordisqueármelos. Ella estalla de placer. Poco a poco sus pollas la van abandonando.
Salen chorreantes, tensas, duras, con las venas completamente marcadas. Pienso que ojala vengan a donde mi a correrse. Deseo ser manchada con sus corridas. Pero esta vez me cayo mis suplicas. Se que si lo pido no me lo darán. Así al menos tengo una posibilidad. Deseo que sean clementes conmigo.
Les veo satisfecha levantarse de la cama. Mi coño late de alegría al ver como se alejan de ella y se acercan a mí. Pronto la alegría se convierte en desesperación.
Se detienen. Me miran. Se siguen masturbándose mirando mi cuerpo excitado. Observando mis muslos marcados de flujos blanquecinos que empiezan a secarse. Con la mirada fija en mi coño que late con vida propia. Deseo que se corran. Que me ensucien. Pero los muy cabrones se giran y vuelven a la cama, con sus vergas mas tiesas todavía, donde ella les espera. ¡Hijos de puta, soltarme!
Ella abre su boca. Ellos se masturban duro. Apuntan a su cara. La maldigo cuando sus corridas la inundan y su leche llena su boca. Ella se relame. Los limpia. Se sientan un rato en la cama a observarme con sus miradas lascivas y divertidas. Me miran y le comentan a ella que tenia razón. Que yo era la perfecta para su juego. Lentamente los tres se visten.
Se acercan a mí y me desatan. Quiero pegarles, insultarles, maldecirles, obligarles a volverse a desnudar y que me follen. Pero no lo hago. Seria humillarme. Recojo mi ropa del pasillo y me visto y salgo de la casa. Cierran la puerta tras de mi.
Entro en el ascensor. Son siete pisos. Pulso el botón de parada. Descontrolada me subo el vestido y aparto mis bragas. Me meto los dedos hasta el fondo de mi coño y me masturbo con rabia.
¡HIJOS DE PUTA AHORA NO PODEIS HACER NADA PARA EVITARLO! Grito en el momento que alcanzo un orgasmo bestial que me hace temblar las piernas.
Lo tenían todo planeado, desde el principio, y yo me he dejado engañar como una tonta. Y ahora, están los tres frente a mí. Dos hombres y una mujer. Follando, follando como locos, gimiendo, gritando, sudando, suspirando, ignorando mis suplicas. Y yo, atada a la pared de pies y manos, sin poder hacer nada salvo mirarles e implorar. Sin poder acariciarme con mis manos, sin siquiera el derecho a patalear. Mis pies están firmemente sujetos. Solo puedo mirarles y oírles. Mi coño empapa mis muslos y gotea al suelo de placer al verlos mientras el resto de mi cuerpo sufre la tortura.
Todo ha comenzado con una llamada de una amiga. Me ha pedido un favor. Tenía una cita y necesitaba que la acompañara. Ella, su chico y un incomodo sujetavelas que la fastidiaba sus planes. ¡Maldita mentirosa!
He aceptado. Nunca esta de más que te deban un favor, nunca sabes cuando puedes tu necesitar uno. He acudido a la cita elegante y atractivamente vestida. Un vestido negro de tirantes con algo de escote y unos zapatos de tacón. He llegado al bar y mi amiga esperaba en la puerta. Me ha dado un ligero beso en los labios, que no me ha sorprendido, y me ha invitado a pasar. Los chicos nos esperaban.
La cita no empezaba mal. El sujetavelas en cuestión era un hombre bastante atractivo. Alto, atlético, de sonrisa traviesa y mirada profunda, maduro, con alguna cana en su pelo moreno que le daban un toque seductor. He tenido la sensación de que la velada iba a ser interesante. No me he equivocado. ¡Pero no esperaba acabar aquí! ¡Atada viéndolos follar como animales salvajes!
La cena ha sido distendida. No he tenido más que reconocer el buen gusto de mi amiga eligiendo acompañante. Su chico también era tremendamente atractivo. Incluso ella, con aquella blusa vaporosa de color azul celeste, me ha parecido tremendamente sensual.
Mi calenturienta mente ha viajado durante la cena a alguna fiesta sexual entre los cuatro y no he tardado en notarme humedecida. ¡Que cerca, y que lejos, estaban mis pensamientos de la realidad!
Acabada la cena mi amiga no ha dudado en invitarnos a los tres a tomar algo a su casa. A mi me ha parecido una estupenda idea. Se acercaba mucho a la idea que había estado humedeciendo mi ropa interior. Los chicos también han aceptado encantados.
Hemos subido a la casa y nos hemos sentado en el salón. Mi amiga nos ha traído unas copas y hemos empezado a charlar. La conversación se ha empezado a tornar en banal y aburrida y, ¡estúpida de mi!, he decidido sacar a pasear mi lado travieso y provocador. Ni corta ni perezosa, aprovechando un instante de silencio entre los cuatro, he tomado la palabra y les he confesado mis pensamientos durante la cena. Los tres han puesto cara de sorprendidos. Mirándome como si estuviera loca. ¡Hijos de puta como me han engañado!
Viéndoles así, sorprendidos, incluso, aparentemente algo cohibidos, mi lado perverso se ha ido soltando la melena. He empezado a darles detalles de lo que mi mente había estado pensando mientras nos servían la comida. Les he hablado de mis ideas calenturientas, de lo morbosamente excitada que me había sentido durante la cena pensando en una fiesta sexual entre los cuatro, pensando en cuatro cuerpos desnudos, sudorosos, borrachos de lujuria y de deseo, pensando en miradas lascivas, palabras soeces, olores intensos a sexo. Les he contado, ya totalmente desinhibida ante sus miradas de asombro y sus caras sonrojadas, como la humedad del deseo había ido impregnando mi ropa interior mientras pensaba en caricias entre los cuatro, besos húmedos compartidos, el sabor de sus tres sexos en mi boca.
Mi discurso estaba causando efecto, no me quitaban la vista de encima, se les notaba interesados, nerviosos, poco a poco más y más excitados e inquietos. ¡Cabrones que bien estaban actuando!
He empezado a acompañar mis palabras con movimientos lascivos y provocadores. Sin dejar de sentir sus miradas fijas en mí he empezado a subir y bajar las manos por mis piernas, cada vez más arriba, subiendo con ellas mi vestido lentamente, mordisqueándome los labios y entrecortando mis palabras entre suspiros intencionados. No he dejado de rozarme hasta que mi vestido ha quedado casi por completo enroscado en mi cintura y mis muslos a la vista de mis sorprendidos oyentes.
Entonces ha empezado todo. El que hacía el papel de incomodo sujetavelas, por que todos hacíamos un papel, yo el de pardilla, se ha levantado del asiento. Se veía que mi conversación y mis caricias habían causado efecto en él. Una tremenda erección deformaba sus pantalones. Ha venido a sentarse a mi lado y ha puesto una de sus manos sobre mis muslos. Le he dejado hacer. Era lo que estaba deseando desde que lo imagine durante la cena con su lengua entre mis piernas. Mi amiga y su chico han empezado a besarse. Frente a ellos podía ver como sus lenguas se buscaban y se entrelazaban. He notado como la imagen de los dos besándose y acariciándose y el calor de la mano que recorría mis muslos volvían a empaparme por completo. He buscado sus labios y le he besado apasionadamente. Buscando con mis manos el contacto con su piel levantándole la ropa, empezando a desabrochárle los botones de la camisa. El ha bajado los tirantes de mi vestido. Mis firmes pechos han quedado frente a él y no ha dudado en bajar a lamerlos. Le he apretado su cabeza contra ellos sin quitar la vista de mi amiga y su chico que también empezaban a desnudarse entre suspiros.
Entonces he notado como paraban de mordisquearme los pezones. Me ha dicho que se sentía incomodo delante de sus amigos. Que prefería que nos fuéramos a otro cuarto a solas. ¡Que bien has actuado grandísimo cabrón!
Yo me moría de ganas por quedarme allí, por compartir también las caricias del chico de mi amiga, por meter también mi lengua en la boca de ella, por besar sus pechos, por lamer sus sexos, por disfrutar de los tres. Pero viendo su cara de por favor y sintiendo la necesidad de volver a sentir su lengua en mis pezones he aceptado.
Me ha llevado de la mano a una de las habitaciones. Por el camino mi vestido ha ido cayendo al suelo hasta que lo he dejado abandonado a su suerte en mitad del pasillo. He llegado a la habitación con mis pezones erectos, mi boca entreabierta y mis bragas mojadas. Hemos entrado en la habitación a oscuras. El me ha apoyado contra la pared. Me ha estrujado contra sus brazos. Me ha metido la lengua hasta el fondo de la boca mientras con sus manos masajeaba mis pezones. Me ha hecho suspirar. Me ha calentado. Me ha puesto cachonda hasta perder el control de la situación. Me ha agarrado de las manos y las ha ido subiendo por la pared hasta dejarme con los brazos extendidos aprisionada bajo su cuerpo. He notado como algo se anudaba en mis muñecas y como de pronto estas se tensaban. Entonces ha empezado mi tortura.
Antes de que haya podido reaccionar se han encendido las luces de la habitación. Mi amiga y su chico han entrado y se han sonreído. He empezado a preguntar que pasaba, que estaban haciendo, pero no respondían, solo sonreían. El otro chico me ha despojado de mis bragas y me ha dejado completamente desnuda. Con su humedad ha mojado mi cara y luego le ha dado mis bragas a, la que yo consideraba mi amiga. Ha respirado profundo en ellas y se ha relamido. He seguido preguntando que hacían. Pero no me respondían. Ambos chicos se han agachado a mi lado y cada uno de ellos ha sujetado una de mis piernas. He bajado la mirada y he visto como en la pared había dos lazos. Han llevado mis piernas hasta ellos y, sin poder hacer nada por evitarlo me han anudado los tobillos mientras hacían comentarios sobre lo cachonda que estaba y lo putita que era. Les he ordenado que me soltaran. No me gusta que me insulten y me he enfurecido. He intentado soltarme pero me habían atado fuertemente. Los tres se sonreían, ahora era yo la que tenia cara de sorprendida. ¡Había caído en su trampa! ¡Me habían utilizado desde el principio!
Mis gritos cada vez eran menos imperativos y más suplicantes. La posición no era del todo incomoda. Mis piernas habían quedado ligeramente entreabiertas y los brazos en alto pero no me gustaba sentirme indefensa. Aquella no era mi idea de una fiesta sexual entre los cuatro.
Los tres se han subido a la cama. Los dos chicos a ambos lados de ella. Han empezado a besarse. Ella va girando la cabeza de boca en boca. Primero a la boca de su chico, después a la del atractivo acompañante. Anudando sus lenguas, intercambiando sus salivas. Sus miradas son lascivas. Yo seguía suplicando que me soltaran. Mi mente no dejaba de pensar en lo estúpida que había sido. Mi coño, en cambio, comenzaba a latirme con fuerza.
Las hábiles manos de los chicos no han tardado en dejarla en ropa interior. Lleva un conjunto de color violeta claro. Sus pezones se marcan en el sujetador. La mancha oscura en su tanga delata lo excitada que esta. Desde atrás su chico desabrocha el sujetador. Su acompañante disfruta de la preciosa vista de sus tetas. Sus pezones son grandes y de un tono marrón oscuro. Se ven completamente duros. El se agacha ligeramente y comienza a lamerlos, succionarlos y mordisquearlos. Su chico mientras tanto la besa en cuello. Ella suspira de placer. Y me mira. ¡La muy hija de puta no deja de mirarme! Con sus ojos brillantes por el deseo observa como intento soltarme de las cuerdas y como mi coño empieza a empapar mis muslos. Se sonríe.
Poco a poco los chicos se van desnudando. Me muestran sus cuerpos atléticos y sudorosos sin ni siquiera mirarme. Solo le prestan atención a ella, ningún caso a mis ruegos y suplicas cada vez mas mitigados por la desesperación. Se quedan completamente desnudos, sus pollas erectas, sus respiraciones agitadas. Noto como las gotas de mi flujo resbalan por mis piernas. ¡Dios, necesito al menos tocarme!
Se lo suplico. Se ríen. Comentan lo cachonda que estoy y lo perra y zorra que se me ve. Vuelvo a enfurecerme. Los maldigo. Los insulto. Eso parece excitarlos más. Mi coño sigue latiendo con fuerza.
Ella se deja despojar de las bragas. Tiene el coño completamente depilado y se ve brillante y abierto. Se tumba en la cama y comienza a mamarles sus vergas empalmadas. Las pone una junto a la otra. Las recorre con la lengua. Las separa solo para introducírselas hasta el fondo de su garganta para volverlas a sacar brillantes y más tensas. Ellos jadean, disfrutan, se excitan, me miran. ¡Hijos de puta dejar de mirarme y soltarme! Se sonríen. Se miran. Dicen cosas soeces sobre mi. Se jactan de ver como mi coño gotea al suelo. Me siento utilizada, usada. Y tremendamente cachonda.
Ella se arrodilla en la cama entreabriendo sus piernas. Se introduce la polla de su chico en la boca y comienza a mamarla con ansia. Su acompañante se agacha y mete la cabeza entre sus piernas pasando su lengua por toda la humedad de su coño. Ella suspira sin dejar de tragarse la polla de su chico. ¡Los odio! ¡Me oyen cerdos! ¡Los odio!
Se que me oyen pero no me hacen caso. Ella estalla en un orgasmo en la boca del chico. Sale de debajo de ella con la cara brillante. Empapada en flujos blanquecinos. Ella se gira y se dedica a recompensarle. Le lame la cara, se la limpia de flujos y con los labios brillantes y mirada lujuriosa se abalanza sobre su polla y la devora. El gime con fuerza. Oigo sus gritos de placer y aunque aprieto mis ojos para no verlo sus jadeos hacen que me ponga más cachonda y mi coño me ruegue que lo acaricie. ¡Por favor soltarme una mano para que pueda masturbarme! Les suplico.
Vuelven a insultarme. Vuelven a decir cosas soeces y lascivas sobre mí. Vuelven a hablar de lo cachonda y cerda que soy. Esta vez no les insulto. Tienen razón. Estoy cachonda como una perra y necesito al menos masturbarme. Pero no hacen caso a mis suplicas y siguen follándose.
El chico de mi amiga aprovecha la postura de su chica para penetrarla desde atrás. Inserta su polla en su coño mojado y agarrado a su cintura empuja con sus caderas haciéndola tragar la polla de su acompañante. Les oigo jadear. Abro los ojos casi inconscientemente. Los veo follar y mi coño no lo resiste más. Ante la falta de mis caricias estalla él solo en un tremendo orgasmo que me hace gritar de placer.
Uno de los chicos dilata el culo de ella con los dedos. La preparan para penetrarla los dos a la vez. Con los dedos y la humedad de su coño no tardan en dilatarlo y dejarlo preparado. Uno de ellos se tumba en la cama. Ella despacio se va sentando sobre él. Me dejan ver como su polla la va invadiendo lentamente su precioso culo mientras noto como mi orgasmo resbala por mis muslos. Lentamente, entre fuertes gemidos de placer, su culo se traga por completo aquella brillante polla. Se deja caer hacia atrás y el aprovecha para sujetarse a sus pezones. Su chico toma posición. Lentamente. Dejándola disfrutar de cada centímetro de sexo que la penetra va llenando su coño. Después se apoya en sus brazos y comienza a mover rítmicamente las caderas. Veo como la folla. ¡POR DIOS, POR DIOS, SOLTARME!
Gritan, jadean. La oigo a ella pedir que no paren. Ellos suspiran y se tensan. La oigo gritar a ella que va a correrse. ¡Me corro, me corro! Grita la muy cerda. Mi coño vuelve a latirme. Me sangran un poco los labios de tanto mordisqueármelos. Ella estalla de placer. Poco a poco sus pollas la van abandonando.
Salen chorreantes, tensas, duras, con las venas completamente marcadas. Pienso que ojala vengan a donde mi a correrse. Deseo ser manchada con sus corridas. Pero esta vez me cayo mis suplicas. Se que si lo pido no me lo darán. Así al menos tengo una posibilidad. Deseo que sean clementes conmigo.
Les veo satisfecha levantarse de la cama. Mi coño late de alegría al ver como se alejan de ella y se acercan a mí. Pronto la alegría se convierte en desesperación.
Se detienen. Me miran. Se siguen masturbándose mirando mi cuerpo excitado. Observando mis muslos marcados de flujos blanquecinos que empiezan a secarse. Con la mirada fija en mi coño que late con vida propia. Deseo que se corran. Que me ensucien. Pero los muy cabrones se giran y vuelven a la cama, con sus vergas mas tiesas todavía, donde ella les espera. ¡Hijos de puta, soltarme!
Ella abre su boca. Ellos se masturban duro. Apuntan a su cara. La maldigo cuando sus corridas la inundan y su leche llena su boca. Ella se relame. Los limpia. Se sientan un rato en la cama a observarme con sus miradas lascivas y divertidas. Me miran y le comentan a ella que tenia razón. Que yo era la perfecta para su juego. Lentamente los tres se visten.
Se acercan a mí y me desatan. Quiero pegarles, insultarles, maldecirles, obligarles a volverse a desnudar y que me follen. Pero no lo hago. Seria humillarme. Recojo mi ropa del pasillo y me visto y salgo de la casa. Cierran la puerta tras de mi.
Entro en el ascensor. Son siete pisos. Pulso el botón de parada. Descontrolada me subo el vestido y aparto mis bragas. Me meto los dedos hasta el fondo de mi coño y me masturbo con rabia.
¡HIJOS DE PUTA AHORA NO PODEIS HACER NADA PARA EVITARLO! Grito en el momento que alcanzo un orgasmo bestial que me hace temblar las piernas.