Despertó con la cara perlada de gotas de sudor y la respiración agitada. Su cuerpo sufría pequeños espasmos y sentía las cosquillas del placer entre sus piernas. Por tercera vez en lo que iba de semana se despertaba excitada, humedecida, suspirando.
Desde que él le había dicho que iba a ir a verla no podía evitarlo. Cuando cerraba los ojos y el sueño se apoderaba de sus pensamientos siempre se encontraba en la misma situación. Ella estaba nerviosa en un parque esperando a que él llegara, se mordía nerviosa los labios, jugueteaba con sus manos entre su pelo haciendo rizos entre los dedos, intentaba calmarse tomando asiento en alguno de los bancos del parque pero inmediatamente volvía a levantarse impulsada por el resorte de los nervios. Miraba a un lado y al otro del parque intentando buscarle con la mirada y, al no verlo, miraba desesperada el reloj que ya señalaba la hora en la que él debería haber llegado.
Y entonces, a su espalda alguien la rodeaba con los brazos y la apretaba contra su cuerpo y ella no se asustaba, en seguida sentía que era él. Los labios de aquel chico empezaban a besarla en el cuello con besos calidos, húmedos, suaves. Los brazos que le rodeaban por la cintura le apretaban con más fuerza contra él y podía sentir su calor contra su espalda. No dudaba en entregarse a aquellos besos.
De sus boca de finos labios rosados escapaban los primeros suspiros cuando sentía los dientes de su acompañante rozando la piel de su cuello con tanta suavidad que erizaba cada poro de su piel y los suspiros no tardaban en convertirse en intensos jadeos cuando, pegada al cuerpo de aquel chico, notaba como su sexo crecía entre sus nalgas.
Las manos, que en un principio la abrazaban fuertemente, comenzaban a moverse acariciándola por encima de la ropa y era ella misma quien buscaba pegarse al cuerpo del chico echando hacía atrás sus nalgas y arqueando su espalda.
Entreabría su boca dejando escapar jadeos cuando la firme mano de aquel chico se perdía entre sus piernas y acariciaba sus muslos subiéndole ligeramente el vestido. Cuando sentía que el chico, duro y excitado, comenzaba a masturbar su erecto miembro contra su culo y notaba aquellos hábiles dedos hurgando en sus braguitas, no podía evitar humedecerse y desear ser poseída en medio del parque.
Era en ese momento cuando la excitación la despertaba y abría los ojos empapada en sudor y con la ropa interior pegada a su sexo. Las dos primeras noches había controlado sus deseos y al despertar había esperado a que su respiración se calmara. Esta vez su deseo fue incontrolable.
Se había despertado totalmente excitada. Su respiración no se calmaba, su sexo, dilatado y vivo, no dejaba de latir de deseo, de su boca seguían escapándose jadeos y suspiros. Quiso calmarse pero finalmente su mano se apretó contra su coño y comenzó a masturbarse.
Con los ojos cerrados se imaginó a si misma entregándose a aquel chico en el parque. Ella misma se subió el vestido y ofreció sus nalgas para que él siguiera masturbando su polla contra ella antes de penetrarla. Él aceptó la invitación y podía sentir el calor del sexo de aquel chico contra su culo. Sintió como él empezaba a masturbarse contra ella y notó las primeras gotas de su flujo humedeciendo su piel y perdiéndose en el valle de sus nalgas.
Mientras tanto, sobre su cama, dejó que sus dedos se perdieran por debajo de su ropa interior y acariciaran su ya hinchado e impaciente clítoris. Al hacerlo arqueó su espalda y se mordió los labios ahogando un grito de placer. Sus dedos no tardaron en empaparse de su deseo y brillantes de sus flujos se los llevó a la boca.
Sin abrir los ojos se veía a si misma en el parque lamiendo sus dedos empapados con aquel chico pegado a su espalda y de su boca se escaparon las palabras que en realidad salían del interior de su sexo...
— Follame...por favor...hazme tuya ya...lo necesito....
Y él la obedecía y la penetraba con suavidad y pasión al mismo tiempo y ella se descontrolaba y dejaba escapar de su boca gritos de placer.
En su cama, llevada por el deseo, metió dos dedos dentro de su sexo y comenzó a masturbarse al ritmo que imaginaba las envestidas de aquel chico. Primero lentas, cadenciosas. Después pasionales, intensas, más continuadas. Por último salvajes, profundas.
Con toda la habitación oliendo a su deseo, con su respiración a mil por hora, con sus pezones marcados en su camisón sudado y con las bragas destilando el placer de su sexo, ahogó un grito de placer mordiendo la almohada en el instante que un rayo de placer atravesó su cuerpo y entre sus dedos brotó un orgasmo que la hizo caer desfallecida sobre la cama.
Cuando su respiración se moderó levantó la cabeza de la almohada. Se sonrió y pensó en él. Entonces recordó que a él le encanta que sea mala y por su mente pasó una pequeña travesura...
Se quitó las sabanas que la cubrían, abrió sus piernas y se sonrió al ver sus braguitas empapadas. Cogió su móvil de la mesilla y sacó una foto, la adjuntó a un mensaje y escribió...cariño mira como me he levantado por ti esta mañana...
Al de unos minutos recibió otro mensaje.
En el aparecía la polla de su chico erecta y húmeda y una mano que para ella resultaba inconfundible acariciándola y un texto...así me he despertado yo por ti...
