El autobús esta acercándose a su destino y yo me voy poniendo cada vez mas nerviosa. En realidad ya he salido nerviosa de casa y las diez horas de viaje solo han servido para ir a peor.
He tardado muchos años en decidirme a hacer este viaje, en dar este paso, pero tengo una espina clavada, una cuenta pendiente con esta persona que, seguramente, ya me esta esperando en la estación de autobuses, y ni podía, ni quería, retrasarlo mas.
Han pasado varios años desde la última vez que él y yo nos vimos y estoy segura de que ambos hemos cambiado mucho desde aquel día pero, pese a los años y la distancia, he fantaseado tantas veces con este momento que estoy casi segura de como me voy a sentir cuando lo vea. Y es eso lo que me esta poniendo nerviosa. ¿Reaccionará él igual después de tantos años al verme a mi?
Desde que nos conocimos ha habido una buena amistad entre nosotros que ha perdurado pese a no mantener el contacto tan a menudo como hacíamos al principio pero, incluso antes de la amistad, el primer sentimiento que surgió entre nosotros fue una tensión sexual que nunca llegamos a resolver. Un deseo que provocaba un cosquilleo entre mis piernas con muchas de las palabras que de él leía y que aún ahora, pasados los años y en unas circunstancias personales distintas , hay veces que al hablar con él sigo sintiendo. Una tensión sexual que he sentido incluso las veces que nos hemos visto en persona pero que me he negado a mi misma. Creo que ha llegado el momento de saber si esa tensión sexual sigue existiendo entre nosotros viéndonos en persona o si se ha difuminado con los años y se mantiene sólo en el recuerdo y en las palabras. Es el momento de resolver mis dudas.
Pero la misma decisión que me llevó a tomar el billete de autobús es la que se va convirtiendo en dudas y nervios cuanto mas me acerco a mi destino. Y necesité mucha decisión para dar el paso y estoy sólo a unos kilómetros de llegar.
¿Cómo me recibirá? Cuando le llamé por teléfono para avisarle de mi viaje se mostró muy contento. ¿Estará igual de nervioso que yo ahora? Si lo conozco bien seguramente sí y ahora este paseando de un lado para otro de la estación de autobuses mirando nervioso a cada autobús que llegue pese a que sabe que el mío tardará al menos veinte minutos mas en llegar. Se lo he dicho ya tres veces por whatsapp.
Miro por la ventana del autobús como se consumen los últimos kilómetros del largo viaje. La verdad es que después de nueve horas y pico metida en aquel lugar no me veo todo lo guapa que me gustaría que él me viera al llegar. Jugueteo nerviosa con mi pelo cuando el autobús ya recorre las calles de la ciudad.
Los nervios me cierran la garganta cuando entro en la estación de autobuses. Observo por la ventanilla en su busca y me sonrió al encontrarle. Como esperaba está casi tan nervioso como yo. Da paseos por el estrecho pasillo de acera que hay entre donde aparcan los autobuses y la estación y mira una a una las ventanillas para ver si me encuentra. Le saludo inocentemente con la mano y cuando me descubre se queda paralizado en la acera. ¿Es eso bueno o malo? Buff que nervios.
Bajo por el lado contrario del autobús a recoger la pequeña maleta que he traído para los dos días que he venido a pasar. Después me dirijo al lugar donde le vi desde mi ventana. Cuando lo veo sigue parado en el mismo sitio. Apenas si se ha movido. Cuando nuestras miradas se cruzan yo también dejo de avanzar. Lo observo desde esa pequeña distancia que nos separa. Está diferente a la última vez que nos vimos. A engordado un poco, tiene mas canas en su pelo y ya no tiene la cara de niño malo que tenía la primera vez que lo vi. Aún así sigue habiendo algo en él que lo hace especial. ¿Qué estará pensando él?
Le sonrió y es entonces cuando él despega los pies del suelo y se acerca. Sonríe abiertamente y avanza hacia mi sin detenerse.
Cuando llega a mi lado me abraza con tanta fuerza que siento como mis pies se levantan ligeramente del suelo.
- Que ganas tenía de volver a verte. - Me dice antes de dejar de abrazarme. Y después, sin dejarme decirle nada, me besa en la boca. Un beso efusivo, de esos en los que los labios se quedan pegados entre si sin ninguna posibilidad de moverse. Tan juntos que no se sabe donde termina uno y empieza el otro. Durante unos segundos me mantiene abrazada en ese beso. Poco a poco relaja el abrazo y sus labios recuperan movilidad sobre los míos y el beso se convierte en un beso mas cálido, mas sentido, que no dudo en corresponder.
Con mis manos en su cintura y las suyas entre mi pelo nos besamos hasta que nuestros cuerpos olvidan los nervios del reencuentro.
Cuando deja de besarme y me invita a seguirle hasta su coche tengo claro que la tensión sexual entre nosotros no ha desaparecido. De mi mente se han borrado los nervios, las dudas y los miedos y solo quedan esos pensamientos lascivos que mi mente no deja de imaginar cuando pienso en él a solas. Su beso me ha acalorado, excitado y humedecido y creo que en él ha provocado la misma reacción porque tiene un bulto en sus pantalones negros de vestir que no puedo dejar de mirar.
Me habla mientras caminamos hacia su coche pero mi mente apenas si es capaz de recibir palabras sueltas. Viaje, paseo, cena y un estas muy guapa al que consigo responder con un mecánico anda ya, son las únicas palabras que mi cerebro, ocupado en otras cosas, consigue escuchar. Mis pensamientos están centrados en todas esas veces que he imaginado como serían sus besos, como sería sentir abrazado su cuerpo contra el mío, como sería su sabor, como me sentiría al tenerlo cerca. Siempre que lo he imaginado en la distancia he terminado masturbándome aunque han sido muy pocas las veces que se lo he confesado a él. Y ahora, al comprobar como me he sentido cuando me ha abrazado, al sentir como son sus besos, no puedo dejar de pensar en que deseo, necesito sentir como es su sabor. Han sido muchos años de imaginármelo y no quiero dejar pasar ni un solo minuto mas.
Él conduce y me habla aunque hace un rato que yo no soy capaz de responderle. Le miro y brota de mis labios una sonrisa traviesa. Mi mirada se detiene en ese lugar de su pantalón que se deformó al besarme. El coche se detiene en uno de los semáforos que regulan el tráfico a la salida de la ciudad. Decidida a satisfacer mi curiosidad tantos años reprimida pongo mi mano izquierda sobre esa parte de su cuerpo. En principio se sorprende, me mira y cuando se encuentra con mi mirada traviesa, se deja hacer. Uno a uno suelto los botones de su pantalón. Después mi mano rebusca entre la tela de su ropa interior hasta encontrar el camino que me lleva a acariciar directamente su sexo. Mis dedos encuentran el calor de su piel y buscan liberarlo. Antes de que el semáforo se ponga en verde ya he conseguido mi propósito.
Tengo entre mis dedos y acaricio ese sexo con el que me he relamido varias veces al verlo en las fotografías obscenas que él me ha mandado. Lo amaso suavemente entre mis dedos, mientras siento mi propio sexo latir, hasta que su piel arde y se endurece. Si en las fotos que recibía me parecía bonito y apetecible ahora, teniéndolo a mi merced, se me hace imposible resistirme a saborearlo.
Me agacho sobre él, aparto el pelo de mi cara con la mano derecha y me detengo un breve instante a escasos centímetros de mi objetivo. Respiro profundo y dejo que su olor penetre mis sentidos. Mordisqueo mis labios décimas de segundo antes de que rocen ese capullo rosado. Lo siento arder cuando mis labios húmedos lo rodean. Y en ese mismo instante, toda la tensión sexual de los años de espera, me descontrola. Me hace olvidarme de los preliminares, de los juegos, de entretenerme en los detalles y me hace buscar lo que llevo tanto tiempo deseando. Extraer cada gota de su sabor.
Mi mano le masturba al mismo ritmo que mis labios lo devoran. Mi ritmo intenso no tarda en arrancarle gemidos de placer que llegan a mis oídos confirmándome que estoy en el buen camino. Mi lengua no tarda en recoger las primeras gotas que emanan de su capullo como un entremés previo al plato principal.
Mamo, chupo descontrolada, impulsada por los propios latidos de mi sexo que empapan mis bragas. Trago su miembro erecto hasta que lo siento contraerse entre mis labios. Ya viene, va a correrse. Por fin voy a poder disfrutar de su sabor.
Un suave roce de mis dientes en su capullo precede a un espasmo de su sexo, una caricia de mi lengua provoca los primeras secreciones, mi mano y mis labios hacen que desborde su placer y me llenen la boca. Trago sin dejar ni gota. ¡Está tan bueno como imaginaba!
No separo los labios de ese sabor hasta que estoy segura de no desperdiciar ni una sola gota. Después lo devuelvo a su lugar entre la ropa y vuelvo a mi asiento aún relamiéndome.
No tardamos en llegar a donde me lleva. Desde que volví a mi asiento apenas si ha dicho palabra. Creo que lo he dejado sin habla. Sale del coche y me espera. Cuando llego a su lado vuelve a besarme sin la efusividad primera de la estación de autobuses pero con la misma calidez y un mayor deseo. Esta vez sus manos no mesan mis cabellos. Aprietan mi culo.
Cuando nuestro beso termina la brisa del mar me hace fijarme por primera vez en el sitio al que me ha llevado.
Estamos cerca de la costa. En un paseo que bordea unos acantilados que miran hacia el mar Cantábrico. No estoy acostumbrada a un mar con tantas olas, tan salvaje. Hasta su azul es mas intenso. Dos playas de arena se observan bajo nuestros pies. Las olas rompen con fuerza contra las piedras del acantilado. Es como si la Tierra se hubiera acabado de pronto y hubieran tenido que poner el mar al lado. Sin un periodo de adaptación, sin un acercamiento al nivel del mar, de golpe.
Caminando, y respirando ese lugar, salimos del camino asfaltado y nos dirigimos por un pequeño camino de tierra hacia el borde del acantilado. ¿A dónde me lleva? No me atrevo a preguntar por si mis palabras rompen la magia del sonido del mar.
Se detiene justo en el borde del acantilado. Un banco de piedra blanco y un poco destartalado mira hacia el mar.
Me detengo a su lado y observo el mar azul. Cierro un segundo los ojos dejando que la brisa me refresque la cara y después vuelvo a disfrutar del paisaje.
- Es mi rincón favorito. Suelo venir aquí cuando quiero relajarme. - Me dice hablando por primera vez desde que salimos del coche.
- Son unas vistas preciosas.- Digo mirando hacia el mar.
- Ahora si.- Dice sin quitarme los ojos de encima.
- Serás bobo. - Le digo con una sonrisa. Ahora soy yo la que me acerco a besarle.
El beso empieza suave, dulce, como si nuestros labios quisieran reconocer poco a poco el terreno casi desconocido que pisan. Luego mis manos rodean su cintura y lo acercan hacia mi. Las suyas hacen lo mismo en la mía. Se toman un pequeño espacio de tiempo y, lentamente, conquistando cada centímetro que avanzan vuelven a aposentarse en mi culo y me acercan a él hasta quedar pegados. Tanto que puedo sentir como aumentan los latidos de su sexo en mi vientre.
Mis manos, esta vez, corresponden a las suyas y también bajan hasta que se me acaba su espalda. Lo mantengo pegado a mi para sentir esos latidos que me encienden aunque él no tiene ninguna intención de separarse de mi lado.
Nuestros labios ya se han reconocido y se funden entre si mientras que son nuestras lenguas las que empiezan a buscarse. Mis dientes mordisquean sus labios para tomar aire antes de volver a introducir mi lengua en su boca.
Cuando los latidos de su sexo ya no solo se sienten si no que también golpean en mi pecho siento como sus manos buscan subirme el vestido. Cuando ya siento la brisa del mar en mis posaderas sus dedos se aferran a mis bragas y empieza a bajármelas.
- ¿Qué haces?- Le pregunto con un brillo de deseo en mis ojos y casi sin dejar de besarle.
- Yo también me muero de ganas de disfrutar de tu sabor. - Me dice cuando mis bragas ya están en mis tobillos y yo levantó los pies para quitármelas.
Coloca su chaqueta sobre el asiento blanco destartalado y me invita a sentarme sobre ella. Me acomodo al borde del banco y separo mis alas deseando que su lengua me haga volar.
Se arrodilla frente a mi y se pierde bajo mi vestido. Noto como se acomoda entre mis piernas y su cuerpo me hace abrirme un poco mas. Lo primero que siento es su aliento cálido que me recorre como el rayo que avisa en la tormenta de la llegada del trueno. Unas décimas de segundo de impaciencia y la humedad de sus labios en mis ardientes muslos me hacen suspirar. El roce de su lengua por toda la extensión de mi sexo recogiendo los primeros frutos de mi excitación me arrancan el primer jadeo. La habilidad de su lengua y sus labios succionando mi clítoris despiertan en mi todo el deseo sexual retenido en mi cuerpo durante los años que he retrasado este momento.
Cuando sus dedos se unen a su lengua y me penetran son como una corriente eléctrica que desatan la tormenta de mi sexo que inunda su cara mientras todo mi cuerpo se convulsiona sobre el banco en un intenso orgasmo.
Cuando sale de entre mis piernas y asoma su cara empapada en mi placer de entre las telas de mi vestido no me puedo resistir a besarle y a disfrutar de mi propio sabor en el calor de sus labios. Pese a la intensidad de mi orgasmo devorada por su boca me sigo sintiendo arder por dentro y no se ha visto afectado en nada mi deseo por él. Ahora mismo solo soy capaz de pensar en sentirlo dentro.
Me levanto de mi asiento decidida a satisfacer mis deseos. Con mis manos desabrocho su pantalón y lo bajo, junto a su ropa interior, hasta sus tobillos. Le agarro de los hombros y le invito a tomar asiento a él. No duda en dejarse llevar. Después me subo sobre él y dejo que mi vestido tape su desnudez.
Bajo la tela de mi vestido nuestros sexos se aproximan por primera vez. Nos hemos devorado el uno al otro pero ha llegado el momento de fundir nuestros deseos.
Mis ojos y los suyos no apartan la mirada ni un instante mientras mi sexo se acopla al suyo. Siento como gana terreno dentro de mi, como su carne ardiente me penetra y me deshace en densos jugos. No me detengo hasta sentirlo completamente en mi interior.
Después balanceo ligeramente mis caderas y lo siento acariciar mi interior.
- Por fin.. - jadeo al hacer realidad mi deseo de tenerlo dentro..
Ver como el movimiento de mis caderas le obliga a cerrar los ojos; comprobar que a cada contracción de mi sexo sobre el suyo se le escapa un jadeo; notar como su cara se desencaja del placer que le provoco me hacen estar cada vez mas excitada. Estoy segura de que él esta viendo en mi rostro lo mismo que yo en el suyo.
Pronto no tiene suficiente con el ritmo de mis caderas. Me agarra de la cintura y se impulsa dentro de mi envistiéndome, haciéndome notar todo ese deseo que decía sentir por mi.
Ahora es él quien me folla y quien arranca mis gemidos. Nuestras respiraciones se aceleran por encima del ritmo de nuestros cuerpos. Me olvido del paisaje, de los años de espera, del tiempo. Mis ojos se cierran y me concentro en cada centímetro de su cuerpo que entra y sale de mi, en cada reacción que en mi cuerpo provoca, en notar los latidos de su miembro erecto dentro de mi y en sentir como se prepara para alcanzar el orgasmo.
Tras una serie de envestidas intensas su cuerpo se detiene, se tensa. Su sexo se contrae, su respiración se detiene. Al borde de mi propio orgasmo elevo mis caderas ligeramente y me dejo caer sobre él. Gime, se convulsiona, tiembla.
Toda la tensión sexual contenida se desborda. Como un acantilado que recibe una ola furiosa mi sexo se inunda y después esa misma furia lo vacía llevándose consigo mi propio orgasmo.
Abriendo los ojos recuperamos la respiración lentamente. Cuando me levanto de mi placentero asiento me tiemblan las piernas.
- Vamos. Tenemos que ir a cenar. Anochece y empieza a hacer fresco y esta chaqueta ya no hay quien se la ponga. - Me dice haciéndome sonreír mientras me muestra la chaqueta arrugada y sucia.
Mientras volvemos al coche pienso que ya me he sacado la espina que tenía clavada hace años… de lo que no estoy segura es de si debajo de esa gran espina clavada hay otras muchas que también quiero quitar o si estoy deseando que el espacio que ha dejado la espina me lo vuelva a llenar pronto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario