Suena el despertador a las seis de la mañana. Sol no entra a trabajar hasta las ocho pero le gusta tener tiempo suficiente para arreglarse. Sol es una chica inteligente que trabaja como secretaria en un importante despacho de la capital Argentina pero bajo su imagen de chica responsable y trabajadora se esconde una mujer que le encanta ser el centro de atención de las miradas de los hombres. Le excita, le provoca, le causa morbo que cuando pasa por delante de un hombre este se vea obligado a girarse detrás de sus curvas. Por eso se levanta todas las mañanas dos horas antes.
Delante del espejo se maquilla, se peina y se viste acorde a sus deseos. Esa mañana decide vestirse con un vestido de flores que termina justo donde empiezan sus piernas. Un descuido al agacharse dejaría a la vista su escueta ropa interior. Además de pintarse los labios en un color rosa pálido.
Sale de casa a las siete de la mañana. Con tiempo suficiente para ir andando al trabajo. No quiere ir en coche o en transporte público para así encontrarse con más gente mientras va caminando y observar la reacción de los hombres y comprobar si la elección de la ropa ha sido la adecuada. Aquella mañana llegó a lo oficina orgullosa de su vestimenta. Varios hombres se habían girado descaradamente a mirarla el culo mientras caminaba.
El despacho en el que trabaja Sol esta en la sexta planta y decide subir en el ascensor. Suele ser el lugar en el que más disfruta de su juego. En aquel habitáculo de reducidas dimensiones varias veces se ve en la situación de tener que compartirlo con varios hombres que suben a sus trabajos. En ocasiones siente tantas miradas sobre su cuerpo que no puede evitar llegar húmeda a su mesa y eso le encanta.
Por desgracia aquella mañana había llegado demasiado pronto al trabajo y eran pocos los trabajadores que estaban todavía en el edificio. Al punto de que ella era la única persona que esperaba al ascensor.
Un poco desilusionada, y ya planeando hacer alguna visita a recepción más tarde para tener que volver a coger el ascensor, Sol se monta y pulsa la sexta planta. Las puertas empiezan a cerrarse cuando un hombre agita la mano desde recepción. Sol sujeta rápidamente la puerta. Mejor acompañada que sola...
El hombre le da las gracias, entra en el ascensor, pulsa el botón de la quinta planta y se coloca a su espalda.
Eso le encanta a Sol que no puede evitar pensar que el joven la esta mirando el culo incluso antes de que las puertas vuelvan a cerrarse.
El ascensor inicia su lento ascenso. Antes de llegar a la primera planta Sol ya puede ver a través del espejo del ascensor los ojos del hombre desnudándola con la mirada. Entre la primera y segunda planta se imagina al joven ya empalmado mientras ella, de manera consciente, contonea ligeramente sus caderas. En la tercera planta vuelve a sentir esa sensación que tanto placer le produce de calor entre sus piernas y humedad en su sexo. Lamenta en su interior que sólo queden dos plantas para que el hombre tenga que abandonar el ascensor.
Entonces, para su sorpresa y pillándola desprevenida inmersa en sus fantasías, aquel hombre pulsa el botón de parada del ascensor y con la otra mano la agarra del pelo acercándola hacía donde él se encuentra.
- ¿Te gusta provocar? Te gusta que los hombres te miren el culo, ¿verdad?
El hombre no la deja responder. Antes de que pueda articular palabra le da otro tirón en el pelo y sigue hablando.
- Me he cruzado contigo por la calle y te he seguido. ¿Querías provocarme? Pues bien. Lo has conseguido. Ahora atente a las consecuencias.
Sol piensa en gritar pero sabe que no serviría de nada. Aquellos ascensores están perfectamente insonorizados. Piensa en pulsar el botón de Alarma pero inmediatamente se da cuenta de que le va a resultar imposible llegar sin dejarse su melena en la mano de aquel hombre que tan firmemente la sujeta del pelo. El corazón le late con fuerza. ¿A que se referirá aquel hombre con atenerse a las consecuencias?
Él la acerca al espejo. La obliga a mirarse en él.
- ¡Mírate! ¿Que ves? Os diré que veo yo. Veo una calientapollas. Veo una mujer que disfruta de tener a los hombres empalmados mirándola al culo. ¿Verdad? Seguro que ahora mismo tienes las bragas mojadas después de haber sentido mi mirada en él. A que si. No hace falta que respondas. Ya lo compruebo yo por ti.
Y sin poder ofrecer resistencia Sol nota como la mano de aquel hombre se abre paso por debajo de su vestido. Siente los dedos de aquella enorme mano manoseándola el culo y, pese a lo delicado de la situación, no puede evitar mojarse un poco más. La mano de aquel hombre no tarda en abrirse paso y llegar a su sexo. Sol se ruboriza. Se siente avergonzada al tener que darle la razón. Sus bragas están empapadas cuando aquella mano empieza a tocarle el coño.
- Lo sabia. Disfrutas con esto ¿verdad?
Un ahogado si se escapa de los labios de Sol lo que la hace ruborizarse aún más. No debería sentirse así. Aquel hombre no tenía ningún derecho a tomarse la justicia por su mano. Quien era él para asaltarla de aquella manera en el ascensor y meterse entre sus bragas. No tenía ningún derecho y sin embargo Sol se estaba deshaciendo de placer. Los dedos de aquel hombre la estaban masturbando con habilidad. Subían por los labios interiores de su sexo hasta chocar contra su clítoris y volvían a bajar hasta perderse en las profundidades de su ya dilatado y empapado sexo.
El hombre se detiene unos segundos. Lo que en un principio a Sol le hubiera parecido una liberación ahora le parece un suplicio. ¿Porque se detiene ahora? Piensa deseosa de seguir siendo masturbada.
El hombre la baja las bragas con una sola mano hasta los tobillos y dándole otro tirón de pelo la obliga a inclinarse hacía delante y apoyarse contra el espejo.
Totalmente sumisa y entregada Sol ofrece su sexo a aquel desconocido que en aquella posición ya no la masturba si no que la folla hábilmente con sus dedos entrando y saliendo de su, cada vez, más mojado sexo acercándola al orgasmo.
Sol se olvida de todo. De estar siendo asaltada en un ascensor, de que aquel hombre que la posee es un completo desconocido. De todo. Sólo piensa en alcanzar el orgasmo y para ello necesita abrir un poco más sus piernas. Es ella misma con la ayuda de sus pies la que se desprende de sus bragas dejándolas tiradas en el suelo del ascensor.
- ¿Quieres correrte? Suplícalo. Ruégame que te haga correr.
- Si...por favor...si...lo necesito...por favor...hazme correr...haré lo que tu quieras.
Sol se sorprende a si misma en esa actitud tan sumisa. ¿O a caso no le sorprende tanto? Aquella situación la excita. Le gusta sentirse dominada por aquel hombre. Le gusta que la dominen, que la controlen, que le hagan sentirse entregada y poseída. Le gusta tanto que esta al borde de alcanzar un orgasmo bestial.
El hombre no deja de penetrarla con los dedos. Ella se apoya en el espejo. No puede evitar excitarse aún más al ver el reflejo de su cara desencajada, del placer en sus ojos, de la cercanía del orgasmo en su boca abierta y en los gemidos que se escapan de ella. En el último de los gemidos intensos el cristal se empaña con el calor de su orgasmo y por sus muslos siente bajar las gotas de su derramado placer.
- Ya has tenido tu orgasmo. Ahora me darás lo que yo quiero por él.
Agarrada del pelo Sol es obligada a arrodillarse en el suelo. El hombre se baja la cremallera del pantalón y saca su miembro erecto. Sol no necesita más datos para saber lo que aquel hombre quiere a cambio del orgasmo que la acaba de hacer sentir. Agradecida se dedica a recompensar el orgasmo a aquel hombre y mama de aquel sexo con avidez intentando arrancar de aquella verga el mismo orgasmo que le habían arrancado los dedos de su dueño de sus entrañas.
La habilidad de los labios rosados de Sol no tardan en acercar al orgasmo a aquel hombre que gime sobre su cabeza mientras no deja de sujetarla del pelo. Ya no haría ninguna falta, Sol no tenía ninguna intención de escapar de aquella verga erecta antes de hacerla estallar pero verse sujetada del pelo y obligada a tragarse aquella polla que casi la esta follando la boca la excita aún más.
El hombre estaba al borde del orgasmo. Su polla se tensaba y tenía espasmos. Sus venas marcadas predecían el cercano momento en que el hombre expulsara todo su semen en la cara de Sol. Y ella sólo esperaba recibirlo con la boca abierta.
Un reguero de semen no tardó en bañarla la cara, el pelo y parte de su pecho manchando su blusa.
El hombre pulsó de nuevo el botón del ascensor y este se puso en marcha no tardando en llegar a la quinta planta. Sol se quedó en el suelo del ascensor con la cara y la ropa bañada en semen y un orgasmo difícil de olvidar aún haciéndola latir su sexo.
Sol llega a su oficina aún con las piernas temblando, Sin maquillaje en sus labios y con la cara manchada pese a que se ha esforzado en intentar recoger todo el semen con la punta de su lengua. Además una mancha oscura en su blusa azul celeste delataba su aventura en el ascensor.
Mientras tanto en el piso de abajo el hombre jugueteaba satisfecho con su nuevo trofeo. Las braguítas de aquella oficinista viajaban sucias en el bolsillo de su chaqueta.

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