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martes, 8 de diciembre de 2015

Un juguete en sus manos

No entiendo como he podido terminar así. Atada, indefensa, suplicante, cachonda, empapada, sollozando. Suplico, ruego, suspiro, pido, imploro, pero no me hacen caso. Solo soy su juguete. Su voayeur.
Lo tenían todo planeado, desde el principio, y yo me he dejado engañar como una tonta. Y ahora, están los tres frente a mí. Dos hombres y una mujer. Follando, follando como locos, gimiendo, gritando, sudando, suspirando, ignorando mis suplicas. Y yo, atada a la pared de pies y manos, sin poder hacer nada salvo mirarles e implorar. Sin poder acariciarme con mis manos, sin siquiera el derecho a patalear. Mis pies están firmemente sujetos. Solo puedo mirarles y oírles. Mi coño empapa mis muslos y gotea al suelo de placer al verlos mientras el resto de mi cuerpo sufre la tortura.
Todo ha comenzado con una llamada de una amiga. Me ha pedido un favor. Tenía una cita y necesitaba que la acompañara. Ella, su chico y un incomodo sujetavelas que la fastidiaba sus planes. ¡Maldita mentirosa!
He aceptado. Nunca esta de más que te deban un favor, nunca sabes cuando puedes tu necesitar uno. He acudido a la cita elegante y atractivamente vestida. Un vestido negro de tirantes con algo de escote y unos zapatos de tacón. He llegado al bar y mi amiga esperaba en la puerta. Me ha dado un ligero beso en los labios, que no me ha sorprendido, y me ha invitado a pasar. Los chicos nos esperaban.
La cita no empezaba mal. El sujetavelas en cuestión era un hombre bastante atractivo. Alto, atlético, de sonrisa traviesa y mirada profunda, maduro, con alguna cana en su pelo moreno que le daban un toque seductor. He tenido la sensación de que la velada iba a ser interesante. No me he equivocado. ¡Pero no esperaba acabar aquí! ¡Atada viéndolos follar como animales salvajes!
La cena ha sido distendida. No he tenido más que reconocer el buen gusto de mi amiga eligiendo acompañante. Su chico también era tremendamente atractivo. Incluso ella, con aquella blusa vaporosa de color azul celeste, me ha parecido tremendamente sensual.
Mi calenturienta mente ha viajado durante la cena a alguna fiesta sexual entre los cuatro y no he tardado en notarme humedecida. ¡Que cerca, y que lejos, estaban mis pensamientos de la realidad!
Acabada la cena mi amiga no ha dudado en invitarnos a los tres a tomar algo a su casa. A mi me ha parecido una estupenda idea. Se acercaba mucho a la idea que había estado humedeciendo mi ropa interior. Los chicos también han aceptado encantados.
Hemos subido a la casa y nos hemos sentado en el salón. Mi amiga nos ha traído unas copas y hemos empezado a charlar. La conversación se ha empezado a tornar en banal y aburrida y, ¡estúpida de mi!, he decidido sacar a pasear mi lado travieso y provocador. Ni corta ni perezosa, aprovechando un instante de silencio entre los cuatro, he tomado la palabra y les he confesado mis pensamientos durante la cena. Los tres han puesto cara de sorprendidos. Mirándome como si estuviera loca. ¡Hijos de puta como me han engañado!
Viéndoles así, sorprendidos, incluso, aparentemente algo cohibidos, mi lado perverso se ha ido soltando la melena. He empezado a darles detalles de lo que mi mente había estado pensando mientras nos servían la comida. Les he hablado de mis ideas calenturientas, de lo morbosamente excitada que me había sentido durante la cena pensando en una fiesta sexual entre los cuatro, pensando en cuatro cuerpos desnudos, sudorosos, borrachos de lujuria y de deseo, pensando en miradas lascivas, palabras soeces, olores intensos a sexo. Les he contado, ya totalmente desinhibida ante sus miradas de asombro y sus caras sonrojadas, como la humedad del deseo había ido impregnando mi ropa interior mientras pensaba en caricias entre los cuatro, besos húmedos compartidos, el sabor de sus tres sexos en mi boca.
Mi discurso estaba causando efecto, no me quitaban la vista de encima, se les notaba interesados, nerviosos, poco a poco más y más excitados e inquietos. ¡Cabrones que bien estaban actuando!
He empezado a acompañar mis palabras con movimientos lascivos y provocadores. Sin dejar de sentir sus miradas fijas en mí he empezado a subir y bajar las manos por mis piernas, cada vez más arriba, subiendo con ellas mi vestido lentamente, mordisqueándome los labios y entrecortando mis palabras entre suspiros intencionados. No he dejado de rozarme hasta que mi vestido ha quedado casi por completo enroscado en mi cintura y mis muslos a la vista de mis sorprendidos oyentes.
Entonces ha empezado todo. El que hacía el papel de incomodo sujetavelas, por que todos hacíamos un papel, yo el de pardilla, se ha levantado del asiento. Se veía que mi conversación y mis caricias habían causado efecto en él. Una tremenda erección deformaba sus pantalones. Ha venido a sentarse a mi lado y ha puesto una de sus manos sobre mis muslos. Le he dejado hacer. Era lo que estaba deseando desde que lo imagine durante la cena con su lengua entre mis piernas. Mi amiga y su chico han empezado a besarse. Frente a ellos podía ver como sus lenguas se buscaban y se entrelazaban. He notado como la imagen de los dos besándose y acariciándose y el calor de la mano que recorría mis muslos volvían a empaparme por completo. He buscado sus labios y le he besado apasionadamente. Buscando con mis manos el contacto con su piel levantándole la ropa, empezando a desabrochárle los botones de la camisa. El ha bajado los tirantes de mi vestido. Mis firmes pechos han quedado frente a él y no ha dudado en bajar a lamerlos. Le he apretado su cabeza contra ellos sin quitar la vista de mi amiga y su chico que también empezaban a desnudarse entre suspiros.
Entonces he notado como paraban de mordisquearme los pezones. Me ha dicho que se sentía incomodo delante de sus amigos. Que prefería que nos fuéramos a otro cuarto a solas. ¡Que bien has actuado grandísimo cabrón!
Yo me moría de ganas por quedarme allí, por compartir también las caricias del chico de mi amiga, por meter también mi lengua en la boca de ella, por besar sus pechos, por lamer sus sexos, por disfrutar de los tres. Pero viendo su cara de por favor y sintiendo la necesidad de volver a sentir su lengua en mis pezones he aceptado.
Me ha llevado de la mano a una de las habitaciones. Por el camino mi vestido ha ido cayendo al suelo hasta que lo he dejado abandonado a su suerte en mitad del pasillo. He llegado a la habitación con mis pezones erectos, mi boca entreabierta y mis bragas mojadas. Hemos entrado en la habitación a oscuras. El me ha apoyado contra la pared. Me ha estrujado contra sus brazos. Me ha metido la lengua hasta el fondo de la boca mientras con sus manos masajeaba mis pezones. Me ha hecho suspirar. Me ha calentado. Me ha puesto cachonda hasta perder el control de la situación. Me ha agarrado de las manos y las ha ido subiendo por la pared hasta dejarme con los brazos extendidos aprisionada bajo su cuerpo. He notado como algo se anudaba en mis muñecas y como de pronto estas se tensaban. Entonces ha empezado mi tortura.
Antes de que haya podido reaccionar se han encendido las luces de la habitación. Mi amiga y su chico han entrado y se han sonreído. He empezado a preguntar que pasaba, que estaban haciendo, pero no respondían, solo sonreían. El otro chico me ha despojado de mis bragas y me ha dejado completamente desnuda. Con su humedad ha mojado mi cara y luego le ha dado mis bragas a, la que yo consideraba mi amiga. Ha respirado profundo en ellas y se ha relamido. He seguido preguntando que hacían. Pero no me respondían. Ambos chicos se han agachado a mi lado y cada uno de ellos ha sujetado una de mis piernas. He bajado la mirada y he visto como en la pared había dos lazos. Han llevado mis piernas hasta ellos y, sin poder hacer nada por evitarlo me han anudado los tobillos mientras hacían comentarios sobre lo cachonda que estaba y lo putita que era. Les he ordenado que me soltaran. No me gusta que me insulten y me he enfurecido. He intentado soltarme pero me habían atado fuertemente. Los tres se sonreían, ahora era yo la que tenia cara de sorprendida. ¡Había caído en su trampa! ¡Me habían utilizado desde el principio!
Mis gritos cada vez eran menos imperativos y más suplicantes. La posición no era del todo incomoda. Mis piernas habían quedado ligeramente entreabiertas y los brazos en alto pero no me gustaba sentirme indefensa. Aquella no era mi idea de una fiesta sexual entre los cuatro.
Los tres se han subido a la cama. Los dos chicos a ambos lados de ella. Han empezado a besarse. Ella va girando la cabeza de boca en boca. Primero a la boca de su chico, después a la del atractivo acompañante. Anudando sus lenguas, intercambiando sus salivas. Sus miradas son lascivas. Yo seguía suplicando que me soltaran. Mi mente no dejaba de pensar en lo estúpida que había sido. Mi coño, en cambio, comenzaba a latirme con fuerza.
Las hábiles manos de los chicos no han tardado en dejarla en ropa interior. Lleva un conjunto de color violeta claro. Sus pezones se marcan en el sujetador. La mancha oscura en su tanga delata lo excitada que esta. Desde atrás su chico desabrocha el sujetador. Su acompañante disfruta de la preciosa vista de sus tetas. Sus pezones son grandes y de un tono marrón oscuro. Se ven completamente duros. El se agacha ligeramente y comienza a lamerlos, succionarlos y mordisquearlos. Su chico mientras tanto la besa en cuello. Ella suspira de placer. Y me mira. ¡La muy hija de puta no deja de mirarme! Con sus ojos brillantes por el deseo observa como intento soltarme de las cuerdas y como mi coño empieza a empapar mis muslos. Se sonríe.
Poco a poco los chicos se van desnudando. Me muestran sus cuerpos atléticos y sudorosos sin ni siquiera mirarme. Solo le prestan atención a ella, ningún caso a mis ruegos y suplicas cada vez mas mitigados por la desesperación. Se quedan completamente desnudos, sus pollas erectas, sus respiraciones agitadas. Noto como las gotas de mi flujo resbalan por mis piernas. ¡Dios, necesito al menos tocarme!
Se lo suplico. Se ríen. Comentan lo cachonda que estoy y lo perra y zorra que se me ve. Vuelvo a enfurecerme. Los maldigo. Los insulto. Eso parece excitarlos más. Mi coño sigue latiendo con fuerza.
Ella se deja despojar de las bragas. Tiene el coño completamente depilado y se ve brillante y abierto. Se tumba en la cama y comienza a mamarles sus vergas empalmadas. Las pone una junto a la otra. Las recorre con la lengua. Las separa solo para introducírselas hasta el fondo de su garganta para volverlas a sacar brillantes y más tensas. Ellos jadean, disfrutan, se excitan, me miran. ¡Hijos de puta dejar de mirarme y soltarme! Se sonríen. Se miran. Dicen cosas soeces sobre mi. Se jactan de ver como mi coño gotea al suelo. Me siento utilizada, usada. Y tremendamente cachonda.
Ella se arrodilla en la cama entreabriendo sus piernas. Se introduce la polla de su chico en la boca y comienza a mamarla con ansia. Su acompañante se agacha y mete la cabeza entre sus piernas pasando su lengua por toda la humedad de su coño. Ella suspira sin dejar de tragarse la polla de su chico. ¡Los odio! ¡Me oyen cerdos! ¡Los odio!
Se que me oyen pero no me hacen caso. Ella estalla en un orgasmo en la boca del chico. Sale de debajo de ella con la cara brillante. Empapada en flujos blanquecinos. Ella se gira y se dedica a recompensarle. Le lame la cara, se la limpia de flujos y con los labios brillantes y mirada lujuriosa se abalanza sobre su polla y la devora. El gime con fuerza. Oigo sus gritos de placer y aunque aprieto mis ojos para no verlo sus jadeos hacen que me ponga más cachonda y mi coño me ruegue que lo acaricie. ¡Por favor soltarme una mano para que pueda masturbarme! Les suplico.
Vuelven a insultarme. Vuelven a decir cosas soeces y lascivas sobre mí. Vuelven a hablar de lo cachonda y cerda que soy. Esta vez no les insulto. Tienen razón. Estoy cachonda como una perra y necesito al menos masturbarme. Pero no hacen caso a mis suplicas y siguen follándose.
El chico de mi amiga aprovecha la postura de su chica para penetrarla desde atrás. Inserta su polla en su coño mojado y agarrado a su cintura empuja con sus caderas haciéndola tragar la polla de su acompañante. Les oigo jadear. Abro los ojos casi inconscientemente. Los veo follar y mi coño no lo resiste más. Ante la falta de mis caricias estalla él solo en un tremendo orgasmo que me hace gritar de placer.
Uno de los chicos dilata el culo de ella con los dedos. La preparan para penetrarla los dos a la vez. Con los dedos y la humedad de su coño no tardan en dilatarlo y dejarlo preparado. Uno de ellos se tumba en la cama. Ella despacio se va sentando sobre él. Me dejan ver como su polla la va invadiendo lentamente su precioso culo mientras noto como mi orgasmo resbala por mis muslos. Lentamente, entre fuertes gemidos de placer, su culo se traga por completo aquella brillante polla. Se deja caer hacia atrás y el aprovecha para sujetarse a sus pezones. Su chico toma posición. Lentamente. Dejándola disfrutar de cada centímetro de sexo que la penetra va llenando su coño. Después se apoya en sus brazos y comienza a mover rítmicamente las caderas. Veo como la folla. ¡POR DIOS, POR DIOS, SOLTARME!
Gritan, jadean. La oigo a ella pedir que no paren. Ellos suspiran y se tensan. La oigo gritar a ella que va a correrse. ¡Me corro, me corro! Grita la muy cerda. Mi coño vuelve a latirme. Me sangran un poco los labios de tanto mordisqueármelos. Ella estalla de placer. Poco a poco sus pollas la van abandonando.
Salen chorreantes, tensas, duras, con las venas completamente marcadas. Pienso que ojala vengan a donde mi a correrse. Deseo ser manchada con sus corridas. Pero esta vez me cayo mis suplicas. Se que si lo pido no me lo darán. Así al menos tengo una posibilidad. Deseo que sean clementes conmigo.
Les veo satisfecha levantarse de la cama. Mi coño late de alegría al ver como se alejan de ella y se acercan a mí. Pronto la alegría se convierte en desesperación.
Se detienen. Me miran. Se siguen masturbándose mirando mi cuerpo excitado. Observando mis muslos marcados de flujos blanquecinos que empiezan a secarse. Con la mirada fija en mi coño que late con vida propia. Deseo que se corran. Que me ensucien. Pero los muy cabrones se giran y vuelven a la cama, con sus vergas mas tiesas todavía, donde ella les espera. ¡Hijos de puta, soltarme!
Ella abre su boca. Ellos se masturban duro. Apuntan a su cara. La maldigo cuando sus corridas la inundan y su leche llena su boca. Ella se relame. Los limpia. Se sientan un rato en la cama a observarme con sus miradas lascivas y divertidas. Me miran y le comentan a ella que tenia razón. Que yo era la perfecta para su juego. Lentamente los tres se visten.
Se acercan a mí y me desatan. Quiero pegarles, insultarles, maldecirles, obligarles a volverse a desnudar y que me follen. Pero no lo hago. Seria humillarme. Recojo mi ropa del pasillo y me visto y salgo de la casa. Cierran la puerta tras de mi.
Entro en el ascensor. Son siete pisos. Pulso el botón de parada. Descontrolada me subo el vestido y aparto mis bragas. Me meto los dedos hasta el fondo de mi coño y me masturbo con rabia.
¡HIJOS DE PUTA AHORA NO PODEIS HACER NADA PARA EVITARLO! Grito en el momento que alcanzo un orgasmo bestial que me hace temblar las piernas.

lunes, 16 de noviembre de 2015

El reencuentro

El autobús esta acercándose a su destino y yo me voy poniendo cada vez mas nerviosa. En realidad ya he salido nerviosa de casa y las diez horas de viaje solo han servido para ir a peor.
He tardado muchos años en decidirme a hacer este viaje, en dar este paso, pero tengo una espina clavada, una cuenta pendiente con esta persona que, seguramente, ya me esta esperando en la estación de autobuses,  y ni podía, ni quería, retrasarlo mas.
Han pasado varios años desde la última vez que él y yo nos vimos y estoy segura de que ambos hemos cambiado mucho desde aquel día pero, pese a los años y la distancia, he fantaseado tantas veces con este momento que estoy casi segura de como me  voy a sentir cuando lo vea. Y es eso lo que me esta poniendo nerviosa. ¿Reaccionará él igual después de tantos años al verme a mi?
Desde que nos conocimos ha habido una buena amistad entre nosotros que ha perdurado pese a no mantener el contacto tan a menudo como hacíamos al principio pero, incluso antes de la amistad, el primer sentimiento que surgió entre nosotros fue una tensión sexual que nunca llegamos a resolver. Un deseo que provocaba un cosquilleo entre mis piernas con muchas de las palabras que de él leía y que aún ahora, pasados los años y en unas circunstancias personales distintas , hay veces que al hablar con él sigo sintiendo. Una tensión sexual que he sentido incluso las veces que nos hemos visto en persona pero que me he negado a mi misma. Creo que ha llegado el momento de saber si esa tensión sexual sigue existiendo entre nosotros viéndonos en persona o si se ha difuminado con los años y se mantiene sólo en el recuerdo y en las palabras. Es el momento de resolver mis dudas.
Pero la misma decisión que me llevó a tomar el billete de autobús es la que se va convirtiendo en dudas y nervios cuanto mas me acerco a mi destino. Y necesité mucha decisión para dar el paso y estoy sólo a unos kilómetros de llegar.
¿Cómo me recibirá? Cuando le llamé por teléfono para avisarle de mi viaje se mostró muy contento. ¿Estará igual de nervioso que yo ahora? Si lo conozco bien seguramente sí y ahora este paseando de un lado para otro de la estación de autobuses mirando nervioso a cada autobús que llegue pese a que sabe que el mío tardará al menos veinte minutos mas en llegar. Se lo he dicho ya tres veces por whatsapp.
Miro por la ventana del autobús como se consumen los últimos kilómetros del largo viaje. La verdad es que después de nueve horas y pico metida en aquel lugar no me veo todo lo guapa que me gustaría que él me viera al llegar. Jugueteo nerviosa con mi pelo cuando el autobús ya recorre las calles de la ciudad.
Los nervios me cierran la garganta cuando entro en la estación de autobuses. Observo por la ventanilla en su busca y me sonrió al encontrarle. Como esperaba está casi tan nervioso como yo. Da paseos por el estrecho pasillo de acera que hay entre donde aparcan los autobuses y la estación y mira una a una las ventanillas para ver si me encuentra. Le saludo inocentemente con la mano y cuando me descubre se queda paralizado en la acera. ¿Es eso bueno o malo? Buff que nervios.
Bajo por el lado contrario del autobús a recoger la pequeña maleta que he traído para los dos días que he venido a pasar. Después me dirijo al lugar donde le vi desde mi ventana. Cuando lo veo sigue parado en el mismo sitio. Apenas si se ha movido. Cuando nuestras miradas se cruzan yo también dejo de avanzar. Lo observo desde esa pequeña distancia que nos separa. Está diferente a la última vez que nos vimos. A engordado un poco, tiene mas canas en su pelo y ya no tiene la cara de niño malo que tenía la primera vez que lo vi. Aún así sigue habiendo algo en él que lo hace especial. ¿Qué estará pensando él?
Le sonrió y es entonces cuando él despega los pies del suelo y se acerca. Sonríe abiertamente y avanza hacia mi sin detenerse.
Cuando llega a mi lado me abraza con tanta fuerza que siento como mis pies se levantan ligeramente del suelo.
- Que ganas tenía de volver a verte. - Me dice antes de dejar de abrazarme. Y después, sin dejarme decirle nada, me besa en la boca. Un beso efusivo, de esos en los que los labios se quedan pegados entre si sin ninguna posibilidad de moverse. Tan juntos que no se sabe donde termina uno y empieza el otro. Durante unos segundos me mantiene abrazada en ese beso. Poco a poco relaja el abrazo y sus labios recuperan movilidad sobre los míos y el beso se convierte en un beso mas cálido, mas sentido, que no dudo en corresponder.
Con mis manos en su cintura y las suyas entre mi pelo nos besamos hasta que nuestros cuerpos olvidan los nervios del reencuentro.
Cuando deja de besarme y me invita a seguirle hasta su coche tengo claro que la tensión sexual entre nosotros no ha desaparecido. De mi mente se han borrado los nervios, las dudas y los miedos y solo quedan esos pensamientos lascivos que mi mente no deja de imaginar cuando pienso en él a solas. Su beso me ha acalorado, excitado y humedecido y creo que en él ha provocado la misma reacción porque tiene un bulto en sus pantalones negros de vestir que no puedo dejar de mirar.
Me habla mientras caminamos hacia su coche pero mi mente apenas si es capaz de recibir palabras sueltas. Viaje, paseo, cena y un estas muy guapa al que consigo responder con un mecánico anda ya, son las únicas palabras que mi cerebro, ocupado en otras cosas, consigue escuchar. Mis pensamientos están centrados en todas esas veces que he imaginado como serían sus besos, como sería sentir abrazado su cuerpo contra el mío, como sería su sabor, como me sentiría al tenerlo cerca. Siempre que lo he imaginado en la distancia he terminado masturbándome aunque han sido muy pocas las veces que se lo he confesado a él. Y ahora, al comprobar como me he sentido cuando me ha abrazado, al sentir como son sus besos, no puedo dejar de pensar en que deseo, necesito sentir como es su sabor. Han sido muchos años de imaginármelo y no quiero dejar pasar ni un solo minuto mas.
Él conduce y me habla aunque hace un rato que yo no soy capaz de responderle. Le miro y brota de mis labios una sonrisa traviesa. Mi mirada se detiene en ese lugar de su pantalón que se deformó al besarme. El coche se detiene en uno de los semáforos que regulan el tráfico a la salida de la ciudad. Decidida a satisfacer mi curiosidad tantos años reprimida pongo mi mano izquierda sobre esa parte de su cuerpo. En principio se sorprende, me mira y cuando se encuentra con mi mirada traviesa, se deja hacer. Uno a uno suelto los botones de su pantalón. Después mi mano rebusca entre la tela de su ropa interior hasta encontrar el camino que me lleva a acariciar directamente su sexo. Mis dedos encuentran el calor de su piel y buscan liberarlo. Antes de que el semáforo se ponga en verde ya he conseguido mi propósito.
Tengo entre mis dedos y acaricio ese sexo con el que me he relamido varias veces al verlo en las fotografías obscenas que él me ha mandado. Lo amaso suavemente entre mis dedos, mientras siento mi propio sexo latir, hasta que su piel arde y se endurece. Si en las fotos que recibía me parecía bonito y apetecible ahora, teniéndolo a mi merced,  se me hace imposible resistirme a saborearlo.
Me agacho sobre él, aparto el pelo de mi cara con la mano derecha y me detengo un breve instante a escasos centímetros de mi objetivo. Respiro profundo y dejo que su olor penetre mis sentidos. Mordisqueo mis labios décimas de segundo antes de que rocen ese capullo rosado. Lo siento arder cuando mis labios húmedos lo rodean. Y en ese mismo instante, toda la tensión sexual de los años de espera, me descontrola. Me hace olvidarme de los preliminares, de los juegos, de entretenerme en los detalles y me hace buscar lo que llevo tanto tiempo deseando. Extraer cada gota de su sabor.
Mi mano le masturba al mismo ritmo que mis labios lo devoran. Mi ritmo intenso no tarda en arrancarle gemidos de placer que llegan a mis oídos confirmándome que estoy en el buen camino. Mi lengua no tarda en recoger las primeras gotas que emanan de su capullo como un entremés previo al plato principal.
Mamo, chupo descontrolada, impulsada por los propios latidos de mi sexo que empapan mis bragas. Trago su miembro erecto hasta que lo siento contraerse entre mis labios. Ya viene, va a correrse. Por fin voy a poder disfrutar de su sabor.
Un suave roce de mis dientes en su capullo precede a un espasmo de su sexo, una caricia de mi lengua provoca los primeras secreciones, mi mano y mis labios hacen que desborde su placer y me llenen la boca. Trago sin dejar ni gota. ¡Está tan bueno como imaginaba!
No separo los labios de ese sabor hasta que estoy segura de no desperdiciar ni una sola gota. Después lo devuelvo a su lugar entre la ropa y vuelvo a mi asiento aún relamiéndome.
No tardamos en llegar a donde me lleva. Desde que volví a mi asiento apenas si ha dicho palabra. Creo que lo he dejado sin habla. Sale del coche y me espera. Cuando llego a su lado vuelve a besarme sin la efusividad primera de la estación de autobuses pero con la misma calidez y un mayor deseo. Esta vez sus manos no mesan mis cabellos. Aprietan mi culo.
Cuando nuestro beso termina la brisa del mar me hace fijarme por primera vez en el sitio al que me ha llevado. 
Estamos cerca de la costa. En un paseo que bordea unos acantilados que miran hacia el mar Cantábrico. No estoy acostumbrada a un mar con tantas olas, tan salvaje. Hasta su azul es mas intenso. Dos playas de arena se observan bajo nuestros pies. Las olas rompen con fuerza contra las piedras del acantilado. Es como si la Tierra se hubiera acabado de pronto y hubieran tenido que poner el mar al lado. Sin un periodo de adaptación, sin un acercamiento al nivel del mar, de golpe.
Caminando, y respirando ese lugar, salimos del camino asfaltado y nos dirigimos por un pequeño camino de tierra hacia el borde del acantilado. ¿A dónde me lleva? No me atrevo a preguntar por si mis palabras rompen la magia del sonido del mar.
Se detiene justo en el borde del acantilado. Un banco de piedra blanco y un poco destartalado mira hacia el mar.
Me detengo a su lado y observo el mar azul. Cierro un segundo los ojos dejando que la brisa me refresque la cara y después vuelvo a disfrutar del paisaje.
- Es mi rincón favorito. Suelo venir aquí cuando quiero relajarme. - Me dice hablando por primera vez desde que salimos del coche.
- Son unas vistas preciosas.- Digo mirando hacia el mar.
- Ahora si.- Dice sin quitarme los ojos de encima.
- Serás bobo. - Le digo con una sonrisa. Ahora soy yo la que me acerco a besarle.
El beso empieza suave, dulce, como si nuestros labios quisieran reconocer poco a poco el terreno casi desconocido que pisan. Luego mis manos rodean su cintura y lo acercan hacia mi. Las suyas hacen lo mismo en la mía. Se toman un pequeño espacio de tiempo y, lentamente, conquistando cada centímetro que avanzan vuelven a aposentarse en mi culo y me acercan a él hasta quedar pegados. Tanto que puedo sentir como aumentan los latidos de su sexo en mi vientre.
Mis manos, esta vez, corresponden a las suyas y también bajan hasta que se me acaba su espalda. Lo mantengo pegado a mi para sentir esos latidos que me encienden aunque él no tiene ninguna intención de separarse de mi lado.
Nuestros labios ya se han reconocido y se funden entre si mientras que son nuestras lenguas las que empiezan a buscarse. Mis dientes mordisquean sus labios para tomar aire antes de volver a introducir mi lengua en su boca.
Cuando los latidos de su sexo ya no solo se sienten si no que también golpean en mi pecho siento como sus manos buscan subirme el vestido. Cuando ya siento la brisa del mar en mis posaderas sus dedos se aferran a mis bragas y empieza a bajármelas.
- ¿Qué haces?- Le pregunto con un brillo de deseo en mis ojos y casi sin dejar de besarle.
- Yo también me muero de ganas de disfrutar de tu sabor. - Me dice cuando mis bragas ya están en mis tobillos y yo levantó los pies para quitármelas.
Coloca su chaqueta sobre el asiento blanco destartalado y me invita a sentarme sobre ella. Me acomodo al borde del banco y separo mis alas deseando que su lengua me haga volar.
Se arrodilla frente a mi y se pierde bajo mi vestido. Noto como se acomoda entre mis piernas y su cuerpo me hace abrirme un poco mas. Lo primero que siento es su aliento cálido que me recorre como el rayo que avisa en la tormenta de la llegada del trueno. Unas décimas de segundo de impaciencia y la humedad de sus labios en mis ardientes muslos me hacen suspirar. El roce de su lengua por toda la extensión de mi sexo recogiendo los primeros frutos de mi excitación me arrancan el primer jadeo. La habilidad de su lengua y sus labios succionando mi clítoris despiertan en mi todo el deseo sexual retenido en mi cuerpo durante los años que he retrasado este momento.
Cuando sus dedos se unen a su lengua y me penetran son como una corriente eléctrica que desatan la tormenta de mi sexo que inunda su cara mientras todo mi cuerpo se convulsiona sobre el banco en un intenso orgasmo.
Cuando sale de entre mis piernas y asoma su cara empapada en mi placer de entre las telas de mi vestido no me puedo resistir a besarle y a disfrutar de mi propio sabor en el calor de sus labios. Pese a la intensidad de mi orgasmo devorada por su boca me sigo sintiendo arder por dentro y no se ha visto afectado en nada mi deseo por él. Ahora mismo solo soy capaz de pensar en sentirlo dentro.
Me levanto de mi asiento decidida a satisfacer mis deseos. Con mis manos desabrocho su pantalón y lo bajo, junto a su ropa interior, hasta sus tobillos. Le agarro de los hombros y le invito a tomar asiento a él. No duda en dejarse llevar. Después me subo sobre él y dejo que mi vestido tape su desnudez.
Bajo la tela de mi vestido nuestros sexos se aproximan por primera vez. Nos hemos devorado el uno al otro pero ha llegado el momento de fundir nuestros deseos.
Mis ojos y los suyos no apartan la mirada ni un instante mientras mi sexo se acopla al suyo. Siento como gana terreno dentro de mi, como su carne ardiente me penetra y me deshace en densos jugos. No me detengo hasta sentirlo completamente en mi interior.
Después balanceo ligeramente mis caderas y lo siento acariciar mi interior.
- Por fin.. - jadeo al hacer realidad mi deseo de tenerlo dentro..
Ver como el movimiento de mis caderas le obliga a cerrar los ojos; comprobar que a cada contracción de mi sexo sobre el suyo se le escapa un jadeo; notar como su cara se desencaja del placer que le provoco me hacen estar cada vez mas excitada. Estoy segura de que él esta viendo en mi rostro lo mismo que yo en el suyo.
Pronto no tiene suficiente con el ritmo de mis caderas. Me agarra de la cintura y se impulsa dentro de mi envistiéndome, haciéndome notar todo ese deseo que decía sentir por mi.
Ahora es él quien me folla y quien arranca mis gemidos. Nuestras respiraciones se aceleran por encima del ritmo de nuestros cuerpos. Me olvido del paisaje, de los años de espera, del tiempo. Mis ojos se cierran y me concentro en cada centímetro de su cuerpo que entra y sale de mi, en cada reacción que en mi cuerpo provoca, en notar los latidos de su miembro erecto dentro de mi y en sentir como se prepara para alcanzar el orgasmo.
Tras una serie de envestidas intensas su cuerpo se detiene, se tensa. Su sexo se contrae, su respiración se detiene. Al borde de mi propio orgasmo elevo mis caderas ligeramente y me dejo caer sobre él. Gime, se convulsiona, tiembla.
Toda la tensión sexual contenida se desborda. Como un acantilado que recibe una ola furiosa mi sexo se inunda y después esa misma furia lo vacía llevándose consigo mi propio orgasmo.
Abriendo los ojos recuperamos la respiración lentamente. Cuando me levanto de mi placentero asiento me tiemblan las piernas.
- Vamos. Tenemos que ir a cenar. Anochece y empieza a hacer fresco y esta chaqueta ya no hay quien se la ponga. - Me dice haciéndome sonreír mientras me muestra la chaqueta arrugada y sucia.
Mientras volvemos al coche pienso que ya me he sacado la espina que tenía clavada hace años… de lo que no estoy segura es de si debajo de esa gran espina clavada hay otras muchas que también quiero quitar o si estoy deseando que el espacio que ha dejado la espina me lo vuelva a llenar pronto.

lunes, 19 de octubre de 2015

No hay mal que por bien no venga.,

El día ha resultado terrible para Flor. Se ha pasado la jornada de un sitio a otro sin ni siquiera tiempo de pararse a comer. En su rostro se nota la tensión de un día agotador y las ganas de llegar al hogar y darse un baño antes de caer rendida en su sofá. Ya camino de su casa, paseando a pocas manzanas de su portal, su mirada va recuperando su brillo intenso habitual y se le va deshaciendo la boca pensando en la frescura del agua de su ducha recorriendo su maltrecho cuerpo. Al entrar en el portal la brisa acogedora de su interior, que contrarresta con el calor de la calle, la recibe como un abrazo cariñoso y convierte esa sensación del agua resbalando por su piel en una necesidad. En el ascensor Flor comienza a revolver en su bolso en busca de las llaves ansiosa por entrar en casa y quitarse los zapatos que le hacen latir doloridas las plantas de los pies. Su mano recorre cada rincón de su bolso mientras el ascensor sube hasta su piso. Cuando esté llega a su destino la mano de Flor ya revuelve nerviosa el contenido del bolso. ¡Maldita sea me he dejado las llaves en casa!
Flor no puede creer su mala suerte. Ha ido a dejarse las llaves dentro en el peor día de todos. No sólo porque el día hubiera sido nefasto, si no porque además coincide que sus padres están en el pueblo y su hermano ha salido de viaje. ¡Y son las únicas personas que tienen un juego de llaves de su casa!
Pese a pasar un rato intentando encontrar una solución (se maldice de no haberse echo caso a si misma y haber dejado algún juego de llaves más repartido entre algún amigo o familiar), finalmente se da cuenta de que su única salida pasa por llamar a los bomberos y que sean estos quienes habrán la puerta. Además de un día horroroso le va a salir caro y encima su ducha tendrá que esperar. ¡Un día lo que se llama redondo!
Flor baja a la calle, es una de las pocas personas que todavía no ha caído en las redes de las compañías de teléfono móvil, y tiene que recurrir a las cada vez más escasas cabinas telefónicas. Por suerte una de esas cabinas está cerca de su casa. Llama a los bomberos y se sonroja de vergüenza al explicar a la recepcionista el motivo de su “emergencia”. Después espera pacientemente. Veinte minutos más tarde un coche de bomberos se acerca por la carretera.
Cuando el bombero que conduce el coche se baja del mismo un pensamiento fugaz cruza por la mente de Flor, luego una risita callada se reprende a sí misma. ¡Mira que pensar en lo bueno que esta! Así tienes tú la cabeza bonita por pensar esas cosas en vez de en meter las llaves en el bolso.
— ¿Es Usted quien nos ha llamado? — Le interroga el bombero desde sus ojos verdes, su tez morena y su voz profunda.
— Si soy yo. Pero no me trates de Usted. La mala memoria es cuestión de mi alocada cabeza, no de la edad — Flor esboza una sonrisa que ella intenta que sea de simpatía pero que le sale más seductora de lo que ella pretende en un principio.
— Disculpa, es la costumbre. ¿Cual es tu piso?
— Ese — Dice Flor señalando a uno de los balcones de la fachada principal — Y dentro hay una ducha esperándome y mi juego de llaves para poder entrar.
— ¿Un mal día?
— Pues la verdad es que los he tenido mejores, si.
— ¿Sabes si al salir has dejado alguna ventana abierta? El coche tiene escalera y si, por casualidad, te has dejado abierta la puerta del balcón te podríamos ahorrar el tener que descerrajar la puerta.
— Pues si. Si no recuerdo mal esta mañana antes de salir deje el balcón abierto para airear la casa.
— Muy bien. Pues no te preocupes. Sube a tu casa y espérame junto a la puerta. Enseguida estarás dándote esa ducha. — El bombero le guiña un ojo y le dedica una brillante sonrisa llena de dientes blancos antes de darse la vuelta dirección al camión. Flor nota como su cara se sonroja.
Unos minutos más tarde el bombero de ojos verdes, bonita sonrisa y pelo moreno abre la puerta de su casa desde dentro y le invita a pasar. Flor entra en su casa y señala un juego de llaves que cuelga de una de las paredes del hall.
— Ya lamento haberos molestado por un despiste tan tonto. —Dice Flor sonrojándose de nuevo.
— No te preocupes. Mejor tener este tipo de salidas que no un incendio.
El haber solucionado el problema, el estar ya en la tranquilidad de su hogar y el tono de voz con el que el bombero le ha hablado, despierta un punto de lascivia en Flor.
— De todos modos gracias. No se como agradecértelo — Esta vez la sonrisa de Flor si va cargada de un toque de seducción premeditado.
— No hace falta. Es nuestro trabajo — El bombero le devuelve la sonrisa y se dispone a salir por la puerta. ¡O haces algo o se marcha!
— De todos modos me gustaría agradecértelo invitándote a cenar. Tiene pinta de ir a hacer una noche estupenda y se tiene que estar muy bien cenando en alguna terraza. Que menos por haber salvado mi puerta de morir descerrajada ¿no?
El bombero se gira mirándola con sus ojos verdes.
— Muy bien, si insistes...termino mi turno a las nueve. Puedo pasar a recogerte a las diez. ¿De acuerdo? — Flor asiente con un leve gesto de cabeza.
Quitarse los zapatos, desnudarse lentamente mientras el agua tibia llena su bañera y suspirar aliviada cuando el agua acaricia su piel, es todo uno. Flor se sumerge en el agua dejando que esta se lleve de su piel el sudor y las huellas del cansancio y que recupere así su tersura habitual. Más relajada vuelve a escapársele una sonrisita nerviosa. ¡Mira que atreverte a invitarle a cenar!
Pero algo en Flor ha cambiado. Ya el día no le parece tan horroroso y en su mirada ya no se refleja el cansancio. Un brillo seductor y sexy adorna sus bonitos ojos. Sus pensamientos vuelven al bombero. Aquel chico alto, de pelo negro, ojos verdes, sonrisa perfecta y cuerpo atlético tiene toda la pinta de ser una apetecible recompensa a un mal día; un buen postre a una mala cena; un premio bienvenido a un despiste tonto.
Flor mira su imagen en el espejo de su cuarto de baño. Desnuda, con el cuerpo perlado de gotas de agua y su pelo negro enmarcando su cara, Flor se ve a sí misma más que sexy como para seducir a aquel bombero. Elige con esmero la ropa de su armario. Un conjunto de ropa interior negro y un vestido de tirantes color azul le parecen lo suficientemente informales para no dar la imagen de haber preparado en exceso su vestimenta y lo suficientemente provocadores para que el bombero se fijara en sus múltiples encantos. Después, no sin nervios (hace tiempo que Flor no se tiene que enfrentar a una cita), pasea por el pasillo de su casa a la espera de que suene el timbre. A las diez en punto llaman a la puerta disparando los nervios de Flor. Respira profundo y sale a abrir.
— Vaya, estas guapísima. Al final voy a ser yo quien voy a tener que dar las gracias porque te hayas olvidado las llaves...— La mirada del bombero intenta mantenerse fija en los ojos de Flor pero no puede evitar un par de “deslices”. Las bonitas piernas de Flor y su escote no escapan a sus ojos verdes.
Flor sonríe. Se ha dado cuenta de los “deslices” del bombero y esta segura de haber elegido bien la ropa para aquella cita. Él también ha sabido vestirse bien. Pese a que al quitarse el traje de bombero pierde parte de su morboso atractivo, los tatuajes que deja a la vista su camisa blanca de manga corta y que adornan sus musculosos brazos le devuelven ese punto morboso que tanto la atrae. El color blanco de la camisa resalta aún más el color moreno de su piel y los pantalones vaqueros se ciñen a sus fornidas piernas. Cuando se acerca a darle dos besos su olor se aferra como una enredadera a su cerebro y despierta la primera llama de deseo en Flor.
La cena es incluso mejor. El bombero además de sumamente atractivo, es divertido y consigue que Flor no pueda dejar de reír lo que acaba de seducirla por completo. Lo que empezó en una pequeña llama de lascivia y un juego de seducción se convierte en un deseo. Flor siente como su ropa interior se impregna del rocio del amanecer de su excitación. Se siente perder en aquellos ojos verdes que no dejan de mirarla y se imagina a si misma abrazada por aquellos brazos tatuados. En un momento de la noche, cuando la cena casi llega a su final, el deseo se dispara y se imagina montada sobre el cuerpo desnudo de aquel chico y no puede reprimir morderse los labios y un ligero suspiro.
Termina la cena y el joven le ofrece a ir a tomar una copa. Flor la rechaza con sutileza. No quiere ser demasiado descortés porque en realidad sus intenciones son otras. No quiere perder el tiempo con copas, quiere llevarse al chico a casa.
— Estoy un poco cansada. El día ha sido duro. Si me acompañas dando un paseo...
— Si claro. Te acompaño.
Flor y el bombero inician el regreso a casa. La conversación ya no es tan fluida como durante la cena. Un silencio lleno de misterio les envuelve. A cada paso Flor pasea más y más cerca del chico hasta casi rozarse. Entonces él la mira, la sonríe y la envuelve con su brazo acercándola a su cuerpo. Su penetrante olor vuelve a apoderarse de los pensamientos de Flor y una imagen fugaz de él sudoroso sobre ella le hace estremecerse.
Flor no puede evitar sentirse excitada. Siente la humedad brotando de su interior, siente la llama del deseo encendiéndose entre sus piernas con tanta fuerza que hace arder sus pensamientos, y en ese momento, como si los pensamientos ardientes de Flor se hubieran transmitido telepáticamente, él se coloca frente a ella y la besa.
Es un beso que nace suave, como un pequeño riachuelo en la cima de una montaña que va ganando fuerza según se acerca al mar. Él la humedece los labios con la punta de su lengua mientras sus manos mesan su cabello. Sus blancos dientes mordisquean los labios entreabiertos de ella antes de que sus lenguas se fundan. El beso gana intensidad, como si el riachuelo que nació suave se acercara a una cascada. Las manos de él ya no sólo acarician su pelo, también se pierden bajo su vestido. Los brazos de Flor aprietan su cuerpo contra el de ella. Otra imagen de los dos sudorosos y excitados cruza su mente al sentir el miembro erecto de él contra su cuerpo. ¡Dios estoy mojada!
Ya en el portal, mientras esperan al ascensor, siguen besándose, dejando que sus cuerpos se rocen, que la piel arda con el contacto del otro. Dentro del ascensor él se coloca a su espalda y la cubre de besos el cuello mientras que su mano, mucho más atrevida que sus labios, juega por debajo de su vestido acariciando sus nalgas y haciendo que se empape la ropa interior de Flor, que a cada instante está más alterada.
Frente a la puerta de su piso Flor intenta que las llaves coincidan con la cerradura pero los besos, cada vez más lascivos, que recibe en su cuello; la mano atrevida que ya se ha abierto paso entre su ropa interior y acaricia el interior de sus muslos; el miembro erecto que siente ardiendo contra su espalda le hacen temblar las piernas y no consigue acertar a abrir.
— Si sigues así no vamos a poder entrar nunca. —Dice Flor mientras de su boca no puede evitar que escapen pequeños suspiros que la mano que acaricia sus muslos le arranca de su interior.
— No me importa. Si no abres te follo aquí mismo. — Esas palabras soeces susurradas a su oído con un tono sugerente y sensual acaban por empaparla del todo. Finalmente la puerta cede y Flor entra en casa empujada por el cuerpo de él y su propio deseo. Dentro de casa es ella quien se abalanza sobre él.
Unos minutos más tarde ninguno de los es capaz de recordar como han llegado hasta la cama, quien de los dos ha desnudado al otro ni como el deseo y la pasión se han enredado como hiedra en su cerebro hasta hacerles perder la razón y dominarles. Flor está tumbada boca arriba sobre cama. Encima de ella el cuerpo desnudo de él, dado la vuelta. Flor no puede, ni desea, parar de saborear el miembro erguido, duro, suave y húmedo que gotea suaves goteas de néctar de placer en su boca. Él se deleita en bañar sus labios en el delicado manantial de flujos que se ha convertido la entrepierna de Flor. Ambos gimen y jadean, ambos sudan, los dos arden. El cuerpo de Flor se convulsiona, se le arquea la espalda, su frente se llena de sudor. Durante una décima de segundo su corazón se detiene. Todo parece detenerse como si la tormenta que la rodea hubiera llegado al ojo del huracán. Pero los ojos de huracán son traicioneros y la calma dura poco. Flor estalla en un orgasmo que la hace gritar de placer e inunda la boca de su amante.
Con la boca brillante por aquel orgasmo él se gira sobre ella y la mira a los ojos. Flor tiene la mirada encendida. Sus pupilas están dilatadas y brillan pese a la oscuridad de la habitación. Su respiración entrecortada agita su pecho desnudo y bañado en sudor. Flor mira los labios brillantes del bombero y no puede reprimir el deseo de probar su clímax.
El beso es salvaje. Los flujos, las salivas, las lenguas, los labios, todo se mezcla en ese beso apasionado. La habitación huele a sexo y ese olor incita, todavía más, a la lascivia. Cuando las bocas se separan, de los labios de Flor se escapa jadeo incontrolado.
Él apoya sus tatuados brazos a ambos lados de la cabeza de Flor y se aferra a las manos de ella. Ella abre más sus piernas, deseosa de recibir las envestidas que esa polla erguida que se acerca a su sexo hace intuir. Al primer contacto de ambos sexos Flor comienza a gemir de placer. Sentirse llena mientras mira a los ojos de él, que reflejan un ardiente deseo y una llama de pasión, hace que la tempestad de su cuerpo recobre fuerzas después de unos pequeños instantes de calma tras la intensa lluvia anterior. Ambos no dejan de mirarse a los ojos mientras los cuerpos se balancean rítmicamente. Él no sólo la folla entre las piernas, también la penetra con los ojos. Gimen sin apartar la mirada, sus jadeos sólo cesan cuando sus bocas se acercan para devorarse.
Flor siente como la lava de su cuerpo, que nace en el fuego de su sexo y sube hasta su cabeza haciéndola arder, la hace perder definitivamente el control. No puede más. Necesita más. Ya no se conforma con el brillo de aquellos ojos y las penetraciones rítmicas de esa polla cada vez más erguida. Con una fuerza que sólo puede nacer del más intenso de los deseos Flor voltea al robusto bombero y se sienta sobre él.
Sus uñas se clavan en los hombros de él al volver a introducirse la polla en su coño ardiente y empapado. Todos sus sentidos se centran en alcanzar una nueva cima de placer. Su gusto saborea los restos de la mezcla de flujos que quedan en sus labios. Su olfato se deleita con el olor a sexo que impregna el aroma de su cuarto. Su oído se recrea en los gemidos placenteros que arranca con el vaivén de sus caderas a su amante. Su vista disfruta al ver los tatuajes, el torso sudado, el vientre plano, los ojos verdes encendidos de su acompañante y cierra los ojos para volverlo a imaginar vestido de bombero. Su tacto, llevado por el descontrol y buscando ese nuevo clímax que la haga desfallecer, acaricia su hinchado clítoris.
— Vas a hacer que me corra...— Deja escapar entre jadeos entrecortados el bombero. Flor aumenta el ritmo de sus caderas y el de sus propias caricias. Siente como la lava que instantes antes hacía arder todo su cuerpo vuelve a concentrarse entre sus piernas. Desaparecen los latidos de su corazón. Sólo puede notar latir su coño. Puede sentir dentro de ella como se marcan las venas en aquel miembro erecto que envuelve entre las paredes de su sexo. Lo estruja, lo aprieta, lo hace estremecer. Casi puede llegar a sentir como el ardiente magma sube por la chimenea de aquel volcán que va a estallar dentro de ella y adecua su ritmo para ambos volcanes erupcionen al unísono.
— ME CORRO. ME CORROOO... — Gritan los dos instantes antes de que el orgasmo selle sus bocas en un espasmo de placer. Con las piernas temblorosas, el cuerpo sudado y una sensación de placer recorriendo su cuerpo que la hace sonreír Flor se deja caer sobre él. Ninguno de los dos dice nada. Las últimas contracciones del sexo de Flor terminan por exprimir el placer del bombero.
Un último pensamiento cruza la mente de Flor, nublada por los dos orgasmos alcanzados, ¡Verdaderamente ha sido un día agotador! Y esboza una sonrisa antes de dormirse.

domingo, 4 de octubre de 2015

En el ascensor...

Hoy es mi cumpleaños así que he ido a comer a casa de mis padres. Después de comer con ellos me he arreglado para salir. Toca el resto de la celebración con mis amigas aprovechando que es Viernes por la noche.
Me he puesto un vestido negro que enseña mas por abajo, pese a  sus tirantes y su escote, que por arriba, ya que termina por encima de mi rodilla izquierda y baja hasta mi pie izquierdo, y unos zapatos de tacón que me hacen todavía más alta. Me gusta ponerme tacones cuando salgo de fiesta porque estilizan mas mis piernas y hacen lucir mi trasero pese a que mi metro setenta ya destaca por encima de todas mis amigas sin necesidad de ponérmelos. Me he soltado el pelo, en mi trabajo suelo llevarlo siempre en coleta o recogido, y me he maquillado mas de lo que suelo hacer entre semana. Cuando el maquillaje hace su efecto mis ojos claros se vuelven mas grandes y mi mirada mas seductora. Sonrió al mirarme en el espejo y ver una imagen de mi mas atractiva y sexy que la que tengo entre semana. Me veo realmente guapa.
Me despido de mis padres y salgo a coger el ascensor. Aunque yo vivo en un piso bajo mis padres viven en un décimo piso y, salvo caso de extrema urgencia o necesidad, siempre bajo en el ascensor.
Cuando marco la planta baja tuerzo un poco el gesto al comprobar que también se enciende la luz de un piso intermedio. Desde que pusieron ese sistema de llamada en el ascensor es rara la vez que consigo bajar sola a la calle. Siempre hay alguien que llama al ascensor cuando yo estoy bajando.
El ascensor se detiene mientras yo espero pegada a la parte trasera  del mismo dejando sitio para entrar a quien vaya a abrir la puerta.
Un chico, algo mas joven que yo, abre la puerta despistado y se sorprende al darse cuenta de que el ascensor no baja vacío. Cuando se da cuenta de mi aspecto se sorprende aún mas. Durante unos segundos se queda inmóvil y, después de que sus ojos me miren de arriba abajo, consigue balbucear un buenas noches.
- Buenas noches- Le respondo y se apoya en la otra pared del ascensor y mira hacia los botones que indican en que piso estamos. Me sonrió al descubrirle mirando dos veces, disimuladamente, hacia donde termina mi vestido mientras el ascensor reinicia su descenso. Doblo un poco mi rodilla derecha intencionadamente para que la abertura del vestido deje ver un poco más de mi pierna. Surte efecto porque su tercera miradita se alarga más que las dos primeras.
Me divierte provocarle un poco, el chico es mono y me divierte ponerle nervioso .Para algo me he vestido para sentirme deseada.
Estoy entretenida observando a mi vecino cuando, de pronto, la luz se va y el ascensor se detiene bruscamente. Son muchos años los que he vivido en ese edificio y no es la primera vez que me quedo encerrada en el ascensor así que me lo tomo con calma. No así mi nervioso acompañante que se lanza nervioso a pulsar el botón de alarma. Se pone mas nervioso cuando ve que tampoco funciona.
- No te preocupes, como dice mi compañero de trabajo, cuando no hay botón de alarma… pensemos en el sexo ja ja ja.
- ¿Cómo? - Me responde mientras me devuelve una mirada de sorpresa y nervios que dista mucho a las que me lanzaba segundos antes.
- Nada, perdona, es una frase de un compañero de trabajo. Es lo que tiene trabajar rodeada de hombres, que una se termina volviendo un poco camionera. Tranquilízate. Voy a llamar a los del ascensor y no tardarán en venir a sacarnos.
Llamo por teléfono y los del servicio de averías me dicen que ha sido un apagón general y que no es la única llamada que han recibido. Que tardarán, al menos una hora en venir a sacarnos. A mi vecino no le hace ninguna gracia tener que quedarse una hora encerrado por la mueca de miedo que se le pone cuando le digo lo que me han dicho por teléfono.
- Tranquilízate. Pasará mas rápido de lo que te esperas. Podemos charlar un rato. No parece muy interesado en hablar y a mi me apetece quitarle esos nervios de miedo y que vuelva a sentir esos nervios que le provocaba bajar conmigo en el ascensor. Ya que tengo que estar allí una hora quiero seguir sintiéndome deseada. - La verdad es que la frase de mi compañero me ha recordado que de adolescente, cuando vivía aquí, tenía la fantasía de quedarme encerrada en el ascensor con algún vecino. Solía tenerla recurrentemente. - Creo que capto su atención porque deja de moverse nervioso por el pequeño habitáculo pero tengo que asestarle el golpe definitivo a su atención si no quiero perderle otra vez en un mar de nervios. Decido darle una información que lo descoloque por completo.- La de veces que me masturbe pensando en eso.
Me mira con los ojos muy abiertos y mi información se le mete en el cerebro. Empieza a analizar mi frase y, cuando procesa lo que ha oído, agacha la cabeza sonrojado. Sospecho que me está imaginando haciendo eso que le he dicho porque se le ve inquieto. Vuelvo a ser el motivo principal de sus nervios y eso me gusta.
- No me digas que te sorprende. Todas y todos hacemos esas cosas, sobre todo en esa etapa de nuestra vida en la que tenemos las hormonas revolucionadas. Seguro que tú también tenías alguna fantasía recurrente con la que te masturbabas a menudo.
El tono rojo de su cara destaca incluso con la tenue luz de emergencia que nos ilumina dentro del ascensor. Me esta resultado muy divertido descolocarlo de esa manera. Incluso empiezo a notarle incomodo a la altura de los pantalones. Parece que se empieza a sentir apretado ahí dentro. Decido aprovecharme de la situación y ataco más descaradamente.
- Ahora que lo pienso. Tú y yo somos vecinos desde que éramos pequeños y hemos coincidido también mucho durante la adolescencia. ¿Alguna vez fantaseaste, por aquel entonces, conmigo?
La reacción es la esperada. Se sonroja hasta el extremo, agacha la cabeza hasta que la barbilla choca contra su pecho, mira al suelo y, lo mas interesante del todo, su pantalón se deforma. Disfruto de sentirme deseada en ese momento.
- Si, alguna que otra vez fuiste mi fantasía en la adolescencia.. - Su respuesta me llega en forma de un hilo de voz susurrante e inesperado.
- ¿Qué?
- Que si, que durante mi adolescencia mas de una vez fantasee contigo. - Me responde un poco más alto como si no le hubiera oído la primera vez.. Me sorprende tanto su respuesta como mi reacción ante la misma. Ahora soy yo la que, de pronto, siente un cosquilleo entre las piernas. Un cosquilleo y una curiosidad morbosa.
- ¿Qué tipo de fantasía? ¿Cómo eran?- Tarda unos segundos en responder.
- Fantaseaba con subir a tu casa por cualquier motivo insustancial y que tu me recibías con la ropa de vestir de casa. Normalmente te imaginaba con una camiseta de esas de chico que a las chicas os llegan por las rodillas y yo me esforzaba por intentar descubrir si debajo de esa camiseta llevabas ropa interior o no.
A medida que me va contando su fantasía su voz suena mas convincente, como si la narración le fuera dando seguridad en lo que estaba contando y quitando la vergüenza. A su vez aumenta mi curiosidad.
- ¿Y lo conseguías?
- Era mi fantasía, ¿Tú qué crees?- Por primera vez levanta ligeramente la mirada y me mira con una medio sonrisa en su sonrojada cara. En ese momento me siento humedecer.
- ¿Y cómo lo conseguías?
- Pues dependía del día y de la situación. Unas veces eras tú la que me invitaba a entrar y la que intentabas seducirme; otras era yo el que se inventaba alguna excusa para entrar en tu casa y luego me las arreglaba para comprobarlo; y en las que tenía más prisa directamente me abalanzaba sobre ti según me abrías la puerta.
- ¿Y yo te dejaba?
- No siempre a la primera, pero como te he dicho era mi fantasía y siempre lo conseguía. Como imagino que tú siempre acababas liándote con tu chico del ascensor cuando fantaseabas con él.
- Ja ja ja. Tienes razón. Siempre lo conseguía.
- ¿Y tú?
- Y yo, ¿qué?
- ¿Alguna vez fantaseaste conmigo en tu adolescencia?
Ahora soy yo la que tarda unos largos segundos en responder. La verdad es que nunca había fantaseado con aquel chico pero ahora me sentía húmeda, deseosa y morbosamente interesada en aquel bulto que deformaba su pantalón. Estaba excitada, al fin y al cabo era verdad que mi fantasía adolescente era dentro de un ascensor.
- La verdad es que no… hasta ahora. Le digo mientras me acerco a él lentamente. Él levanta la mirada por primera vez al sentirme mas cerca. Tiene un brillo de deseo en sus ojos y su boca queda justo a la altura de la mía. Sin pensármelo dos veces lo beso y coloco mi mano derecha en aquel bulto que tanto llama mi atención.
El no duda en corresponder mi beso y en colocar sus manos a la altura de mi culo y acercarme mas hacia él hasta que quedamos pegados.
Estrechar el bulto de su pantalón entre mis dedos hace que me humedezca aún más y que aumente mi deseo. Además el chico besa muy bien aunque es algo mas torpe y rudo usando sus manos en mi trasero.
Cuando su lengua y la mía se entrelazan dentro de mi boca ya me apetece muchísimo descubrir que hay por debajo de aquel pantalón. 
- ¿En tus fantasías solía llevar ropa interior? - Le susurro al oído mientras beso su cuello.
- Normalmente no. - Me responde entre suaves jadeos.
- Hoy si la llevo. Y la tengo empapada. -Le confieso mientras mis manos empiezan a desabrochar sus pantalones.
Me deja hacer y mis manos, mas hábiles que las suyas, no tardan en hacer caer su pantalón al suelo. Lleva unos boxer negros descaradamente deformados por su sexo latente. Mi instinto mas primario me hace relamerme del gusto. 
Me arrodillo frente a él y, levantando la mirada para mirarle a los ojos, me deshago de los boxer. Su miembro queda erecto frente a mi cara. Se muestra altivo y reluce. La sangre empujada por los latidos de su corazón desbocado hace que se le marquen las venas por todo su sexo.
Deseosa la recorro desde la base hasta la cima. Desde el ligero sabor salado de la zona cercana a sus huevos hasta el sabor dulzón de las primeras gotas de flujo que escapan de su capullo. Llevada por la excitación no tardo en metérmela en la boca y succionarla.
No tarda en empezar a jadear y siento como su sexo se tensa en mi boca. Su respiración se acelera y disfruto de cada contracción de su polla entre mis labios. Aumento el ritmo de mi boca mientras él no deja de acariciarme el pelo. Su respiración se entrecorta y no va a tardar en correrse. Me preparo para recibir su chorro de semen directamente en mi garganta. No quiero estropear del todo mi maquillaje y que manche mi vestido. Además tanto calor me está provocando muchísima sed.
Unos últimos roces de mi lengua en la cima de su sexo y me deleita con un denso y abundante chorro de placer que inunda mi boca mientras le tiemblan las piernas y se sujeta en mis hombros para no perder el equilibrio.
Todavía estoy relamiendo su semen de mis labios cuando me levanta del suelo agarrándome por las axilas y empieza a besarme en el cuello con una pasión que me arranca mis primeros suspiros. Me da la vuelta y se coloca tras de mi encerrándome entre su cuerpo y la pared del ascensor. Siento su aliento y sus labios en mi cuello y en mi oreja, sus manos sobre mis pechos estrujándolos firmemente y su sexo pegado a mis nalgas. Sus besos me siguen arrancando suspiros, sus manos hacen endurecerse a mis pechos y notar como su sexo vuelve a crecer poco a poco pegado a mi espalda me hacen terminar cachonda y empadada, deseosa de ser poseída allí mismo. Es igual que en las fantasías que tenía de adolescente y que me hacían masturbarme a escondidas en mi cuarto.
- Fóllame…- Jadeo entrecortadamente.
Sus manos abandonan mis pechos, que quedar erguidos, y me suben el vestido hasta recogerlo en mi cintura. Después, con las dos manos, me quita, mas bien me arranca mis bragas, que quedan tiradas en mis tobillos. Levanto los piernas para deshacerme de ellas y así poder separar mis piernas.
Ahora noto su sexo directamente en mi piel. Esta duro, ardiendo, y nuevamente firme y dispuesto a complacer mis deseos. Lo empujo hacia atrás con mi culo para hacerme un hueco entre él y la pared y ofrecerme mejor a aquella polla que me muero por sentir dentro. 
-Fóllame…- Vuelvo a repetirle al notar que ahora, sin mis bragas que retengan mis deseos, los flujos de mi sexo resbalan por mis muslos. Afortunada e irremediablemente, me obedece.
Lentamente siento como su sexo se apodera de mi. Lo siento entrar con un ardor que supera al de mi propio sexo y a cada centímetro que gana dentro de mí mi boca se abre y jadeo.
Sus manos vuelven a mis pechos, su boca regresa a besar mi cuello y su polla entra y sale de mi a un ritmo cada vez mas alto. Es tal y como me lo imaginaba en mis fantasías adolescentes y el placer que siento es mucho mas intenso que el que mis dedos me proporcionaban cuando los introducía de dos en dos, incluso de tres en tres dentro de mi coño para masturbarme. Si mis dedos conseguían siempre llevarme al orgasmo cuando fantaseaba, aquella polla estaba a punto de arrancarme uno de los más intensos placeres de mi vida.
Siento como desde mis labios abiertos, como desde mi besado cuello, desde la erección de mis pezones manoseados, desde todos los puntos de placer de mi cuerpo, nacen ondas de placer que se van concentrando a la altura de mi sexo acumulándose hasta que una envestida definitiva de su polla las hace estallar en mis pedazos y me corro. Me corro con una intensidad que me hace flaquear las piernas y quedar ensartada en aquel miembro que aún late dentro de mi.
Tardo unos segundos en recuperar la movilidad en mis piernas y me cuesta unos segundos mas recuperar el aliento. Aún no lo he recuperado del todo cuando oigo golpes en la puerta del ascensor.
- ¿Están ustedes bien?
- Si..- Respondo con una voz que sale de mi boca casi con un último suspiro de placer.
- Enseguida les sacamos de ahí no se preocupen.
Los chicos de mantenimiento tardan en abrir la puerta del ascensor un poco mas de lo que tardamos mi vecino y yo en recomponer nuestra vestimenta. Después salimos del ascensor y, dándoles las gracias, nos vamos cada uno por nuestro lado. Yo a la fiesta con mis amigas a la que ya llego tarde y él a encontrarse con sus amigos
Estoy a punto de llegar al metro que tengo que coger cuando una ráfaga de aire me hace descubrir que no llevo toda la ropa con la que salí de casa. Sonrío.
Espero que le sirvan para recuperar sus fantasías adolescentes con su vecina.

martes, 29 de septiembre de 2015

Pillada en mi cuarto. (Lesbico-filial)

Cuando llegue a casa aún era temprano. No serian más de las nueve de la noche. Había ido al cine y, como mis padres estaban fuera de vacaciones, me volvía pronto para hacerme la cena y tener tiempo después para conectarme un rato a Internet antes de acostarme. Al llegar vi una nota de mi hermana avisándome de que aquella noche salía con unas amigas y su novio y que regresaría tarde, así que tenia toda la casa para mi. Me puse cómoda, un pijama largo color blanco, con varios botones en la parte delantera, que iban desde el cuello hasta el ombligo y de los cuales, yo siempre solía llevar dos abiertos para no ahogarme. Nada más, a mí en casa, siempre me gusta estar sin ropa interior, me siento mucho más a gusto.
Cene ligero. Una ensalada y un poco de fruta porque no tenía mucha hambre.  Siempre me pasa lo mismo cuando voy al cine, que me atiborro a gominolas y palomitas y luego no hay manera de cenar en condiciones. Pero todo tiene su lado bueno y para las  diez de la noche ya había cenado y recogido toda la cocina con tiempo de sobra para ver si tenia algún mensaje o había alguien conectado en Internet. Para desilusión mía no tenía ningún mensaje en mi correo y tampoco había nadie conectado. Espere un rato y, estaba ya a punto de cerrar cuando, se conecto él.
Lo había conocido meses atrás en una sala de chat y me llamo la atención desde el primer momento por su manera de expresarse. Después, cuando me atreví a abrirle un privado una tarde, no tardamos en hacernos amigos y confidentes. Con el tiempo nos habíamos hecho amantes cibernéticos. Sus palabras lograban seducirme, y su manera de contar y detallar las cosas me alteraban. No siempre hablábamos de sexo, pero cuando lo hacíamos y compartíamos fantasías sus palabras siempre lograban humedecerme. Esa noche hablamos de sexo.
Esta vez empezó como un inocente juego. Sus palabras me llevaban a imaginar sus manos recorriéndome, sus labios acariciando mi piel y su aliento humedeciéndola. Le imaginaba jugando con mi pelo, susurrándome aquellas palabras, que leía en mi pantalla de ordenador, al oído. Lo describía tan bien que no tarde en sentirme alterada y mojada, y se lo dije. Me dijo si deseaba masturbarme con él aquella noche y, notando la humedad que hacía latir mi sexo, no dude en decirle que sí. Pese a que no tenía ni idea de cómo era físicamente aquel chico yo me lo imaginaba alto, de pelo moreno y ojos penetrantes y con una voz seductora. Con eso tenía más que suficiente para dejar actuar a mi imaginación. Alguna vez me había preguntado a mi misma si para él, que tampoco tenía ni idea de cómo era yo, llegaba a ser parecida en su imaginación a la realidad, que no pasaba de ser una mera chica del montón de 23 años y pelo castaño liso hasta los hombros, con unas medidas nada exuberantes pero bien proporcionadas.
Sus palabras fueron provocándome, haciéndome desear que no fueran solo palabras. Mi cuerpo se retorcía en la silla y mi sexo latía cada vez con más fuerza y deseo. Deje que una de mis manos bajara entre mis piernas y se metiera por dentro del pantalón. Separe un poco mis muslos y con la yema de los dedos recorrí mi vagina de arriba a abajo recogiendo en mis dedos la humedad que ya empezaba a empaparme por completo. Deseosa me la lleve a la boca y humedecí con ella mis suaves labios que quedaron brillantes y con un sabor agridulce muy agradable y sensual. Moje también debajo de mi nariz lo que provocaba que un intenso olor a mi sexo me llenara cada vez que respiraba. El resto de la humedad de mis dedos la lamí golosa con la punta de mi lengua mientras leía las palabras seductoras de mi amante virtual e intentaba contestar, nerviosa, con la otra mano.
Le comente a mi compañero de juegos que me había probado y que el olor de mi deseo empezaba a llenar la habitación. Le hable de mi sabor agridulce, le comente que me gustaba  y que lo había saboreado intensamente. Sonrió al saber que sus palabras estaban excitándome. Me lo dijo. Al leerme él me dijo que eso le había alterado, que había sentido su sexo endurecerse bajo su pantalón y que le provocaba imaginarme húmeda y deseosa. Saberlo alterado a él también produjo un hormigueo de deseo en mi entrepierna. Me lo imaginaba sentado en su silla, con un bulto de deseo que deformara su pantalón y como su ropa interior se iba mojando pensando en mi. Sentirme deseada me gustaba y él sabía hacerme sentir así.
Sus palabras se hacían más intensas, más directas. Describía su boca entre mis piernas, como la llenaba de mis flujos y me hacia saber las ganas que él también tenía de probarme, de follarme suavemente con su lengua hasta que me entregara de deseo a sus juegos. Me pidió que abriera mi pijama y que dejara libres mis pechos. Lo hice. Estaban erectos, duros, deseosos. Mis tetas están bien formadas,  firmes, con unas aureolas de un tono violeta intenso proporcionadas al tamaño de mis senos. Resultan sugerentes a los hombres y suelo llevar a menudo un provocador escote. Moje mis dedos en mi boca y los pase por mis pezones. La sensación de suave caricia y hormigueo me humedeció más, era ya tan evidente mi deseo que mi pijama blanco aparecía manchado y el olor del cuarto hablaba solo de mi humedad.
El seguía provocándome, diciéndome lo que me deseaba, lo húmedo que se sentía y lo que fantaseaba con estar sobre mí. Baje de nuevo mi mano dentro de mi pantalón, estaba muy húmeda. Nunca jamás hubiera pensado que unas palabras escritas llegaran a alterarme de aquel modo hasta que lo conocí a él. Deje que dos de mis dedos se introdujeran en mi empapado sexo y comencé a masturbarme lentamente mientras dejaba que sus palabras hicieran volar mi imaginación. Jamás se me había cruzado la idea de llegar a conocerlo en persona, vivía demasiado lejos, pero ahora lo deseaba sobre mi. Llevaba mis dedos desde mi clítoris hasta lo mas profundo de mi deseo y los volvía a sacar despacio. Mi clítoris estaba ya duro, sensible, muy sensible y la más mínima caricia me hacia estremecer. Mi clímax se acercaba, lo notaba empezar a brotar en lo más profundo de mis entrañas. Mis dedos salían y entraban chorreando placer. Una voz inesperada me sobresalto desde la puerta.
Era mi hermana, que desde el marco de la puerta de mi habitación me preguntaba que estaba haciendo. Ruborizada intente recomponer mi vestimenta  y, sin darme la vuelta, la pregunte como era que había llegado a casa tan pronto. Mientras, intentaba atarme con las manos temblorosas algún botón de mi pijama. Me explicó que llovía en la calle y que después de una discusión con su novio no le apetecía nada pasear de bar en bar. Para cuando quise darme cuenta la tenía a mi lado leyendo atenta la pantalla de mi ordenador. Volví a ruborizarme. Seguía excitada, con mi orgasmo pidiéndome aflorar de mi ser. Yo no me veía pero me imagino que tendría un color rojo encendido en mi cara porque el calor me sofocaba. Mi hermana puso cara de sorprendida, me miro y miro mi pijama sin que me diera tiempo a cruzar las piernas y ocultar la voluminosa mancha de humedad que había entre ellas. Sonriendo picara, lo que me ruborizo aun más, se puso a escribir en la pantalla sentándose en el brazo de la silla.
Mi asombro fue superior a mi vergüenza. Mi hermana le dijo, sin cortarse ni un pelo, a mi compañero que yo me estaba masturbando delante del ordenador y que a ver que me estaba contando. El le contesto que también se masturbaba. Me quede de piedra cuando se puso a describirle a mi hermana como lo estaba haciendo. Las dos leíamos atentas la pantalla. Describió como lentamente se había bajado los pantalones y como por encima de su bóxer se había ido acariciando despacio hasta notar su sexo duro y mojado. Después se había quitado la ropa interior y había extendido la humedad por encima de su capullo dejándolo rosado y brillante. Su polla, según sus palabras, estaba erecta, húmeda, y su habitación olía a sexo. Seguía describiendo como se masturbaba cuando yo empecé a notar una respiración entrecortada. Mire a mi lado y no podía creérmelo. ¡ Mi hermana se estaba acariciando!
Se había levantado un poco la minifalda y pasaba una de sus manos por encima de su tanga color salmón. Miraba atenta la pantalla y no vio que yo la miraba aunque, por su actitud, dudo que la hubiera importado, y es que mi hermana es todo lo contrario a mi. Ella es 3 años mas joven que yo, acaba de cumplir los 20. Es morena y su pelo baja mas allá de sus hombros. Tiene un cuerpo de vértigo y unas curvas impresionantes que la hacen muy atractiva. Es provocadora, lo que trae de cabeza a su novio, y muy atrevida. Y yo lo estaba comprobando en directo ya que se masturbaba delante de su hermana mayor sin ningún pudor. Aparte la mirada de su mano y la volví a dirigir a la pantalla del ordenador.
Mi amante estaba muy excitado, se le notaba en sus palabras. Ya hablaba sin ningún pudor ni reparo. Yo, pese al susto de la entrada repentina de mi hermana, seguía notando latir mi coño entre mis piernas. Lo leía atenta y a la vez lo imaginaba. Sentado en su silla, intercambiando el teclado y su sexo entre las manos. Mientras escribía imaginaba su polla firme y empalmada. Cuando dejaba de escribir un momento  lo imaginaba apretándosela fuerte y meneándosela loco de deseo. Pensarlo así y los, cada vez más intensos, gemidos de mi hermana me volvieron a encender y, olvidando mi vergüenza, perdí el control y volví a meter mi mano debajo de la ropa sin pensar en que mi hermana estaba a mi lado.
Mi deseo volvió a elevarse como la espuma y mis gemidos no tardaron en fundirse con los de mi hermana. Descontrolada desabroche los botones de mi pijama y empecé a magrearme descaradamente uno de mis pechos mientras mis dedos se aventuraban cada vez más profundo. Tenía mi orgasmo, otra vez, próximo cuando una sorpresa, mayor aun que la anterior, me hizo volver a parar. Mi hermana, al oírme jadear y al ver mis pechos libres se había apoderado de uno de ellos entre sus labios y lo succionaba apasionadamente. Quise apartarla pero al intentarlo ella mordisqueo mi pezón y me hizo suspirar de placer. Loca de deseo, al borde del orgasmo, me olvide de mi parentesco familiar y solo pensé en alcanzar mi clímax deseado con aquella boca succionándome.
Mi hermana, al notar que le dejaba hacer, se bajo de la silla y se arrodillo delante mía y con sus manos empezó a bajarme los pantalones empapados del pijama. Yo, fuera de todo sentido y lógica, llevada por la excitación y cegada por el deseo la ayude y la mostré mi coño empapado. Mi coño manaba vida y pasión, todo él gritaba mi deseo. Mis labios mayores aparecían hinchados, mi clítoris saliente y con latidos como un pequeño corazón, el corazón de mi placer. No tarde en notar su aliento en mis ingles. Un aliento calido, húmedo, muy apetecible en mi sofocado sexo. Después llegaron sus labios, suaves, sensuales, tiernos en el primer beso entre mis piernas y que lentamente se fueron volviendo apasionados.
Se lo dije a mi amante. El, perdió totalmente el control al saberlo y me confesó haberse corrido al leerlo. Me dijo que pese a todo su polla seguía erecta y que le siguiera contando, que me deseaba más. Que aquello le había hecho enloquecer de placer. Olvidando que aquella lengua tan hábil que me follaba era la de mi hermana le conté a mi amante cada paso que aquella lengua daba por mi coño, cada lamida que recibía mi hinchado clítoris, cada beso que aquellos calidos labios me daban, cada suspiro, gemido y grito que escapaba de mi boca completamente loca de un placer casi olvidado  y, al borde del desmayo por la excitación conseguí describirle como un orgasmo brutal salía de mis entrañas, se concentraba entre mis piernas y estallaba empapando la cara de mi hermana. Segundos después, al tomar consciencia de la dueña de aquella lengua volvieron la vergüenza y el estupor.
No podía creer que hubiera dejado que aquello pasara. Mi hermana, mi propia hermana pequeña, acababa de llevarme al orgasmo comiéndome el coño y ahora salía de entre mis piernas con la cara brillante de mi orgasmo y relamiéndose. La dije que estaba loca. Sonriendo maliciosa se alejo. Le confesé a mi amante virtual que aquello me daba muchísima vergüenza , que no sabía que me había pasado y que debía estar completamente loca. El me confeso a su vez que no se esperaba aquello pero que le había excitado al extremo y que se había corrido dos veces. Me dijo que, por desgracia, tenía que dejarme. Tenía que limpiarlo todo porque sus padres estaban a punto de llegar y había sido tan intenso el placer que mi hermana y yo le habíamos dado que había restos de sus orgasmos por buena parte del suelo de su habitación. Así que decidí apagar el ordenador e irme a dormir intentando aplacar mis remordimientos. Entonces lo vi.
Sobre uno de los brazos de la silla estaba el tanga color salmón de mi hermana. Lo cogí en mis manos. En el centro un color rosado más oscuro delataba una intensa humedad. Sin saber porque me lo lleve a la nariz y aspire profundo. El olor del coño de mi hermana era intenso, penetrante y, para mi sorpresa, hizo latir de nuevo el mío. Volví a inspirar aquel aroma, era sensual y cautivador. Me levante y fui a su habitación con intención de devolvérselo. Y la vi.
Estaba tumbada sobre la cama, completamente desnuda, con los ojos cerrados y las piernas abiertas. Su largo pelo negro caía sobre su almohada liviano, como si flotara sobre ella. Su piel sudaba. Su boca estaba entre abierta. Sus labios empapados. Su mano acariciaba lentamente su entrepierna, con suavidad pero intenso, profundo. Su habitación olía de la misma manera que su tanga aunque con menos intensidad. Aquel olor a excitación, humedad y deseo me volvió a encender. Para mi sorpresa no podía quitar la mirada de la mano de mi hermana. La veía subir más arriba de su clítoris y bajar casi hasta la entrada de su culo. Mi hermana gemía. El coño de mi hermana brillaba incluso en la oscuridad de su habitación, se veía completamente abierto y empapado. Al igual que yo, mi hermana, se lo depilaba. Excitada con aquella escena mi pudor, mi vergüenza y mis remordimientos se fueron en las primeras gotas de flujo que mi sexo derramó en el suelo y mi cabeza solo fue capaz de forjar una idea. Devolverle a mi hermana el placer que me había hecho sentir minutos antes.
Cegada de deseo, me arrodille en la cama. Entonces ella me vio y sonriendo abrió un poco más sus piernas. Deje que primero mis labios se posaran en sus muslos y que mi lengua las lamiera. Desde allí podía llegar a sentir el aroma más cautivador que había olido nunca. Lentamente fui acercándome al manantial de aquel deseo. Mis labios, al principio miedosos, besaron los labios mayores del coño de mi hermana y ella gimió con fuerza. Aquel sabor era diferente al mío. Era más suave pero a la vez más denso. Era muy agradable, me gusto, lo desee más y hundí mi lengua en él apoderándome de todo cuanto de él manaba.
Mi hermana me decía, así hermanita, así. Y eso me excito más. Deje que me apretara la cabeza contra su vagína y que casi me ahogara con sus flujos. No me importó. Me sentía cada vez más caliente y me lleve una mano a mi coño y empecé a masturbarme a la vez que me tragaba todo lo que mi hermana me ofrecía. Entonces me pidió que me girara. Obedecí.
Me tumbe sobre ella ofreciéndola, otra vez, mis muslos empapados y puse mi cabeza entre sus piernas. Mi lengua la paseaba por todo el coño de mi hermana mientras que ella succionaba mi clítoris. Entonces lo hizo. Sin avisarme mi hermanita me hundió un dedo hasta el fondo de mi culo. Me hizo gritar de placer y, al comprobar que cuanto mas rápido me lo metía con mas ganas me comía su coño, empezó a follarme con fuerza. Me hizo volver loca de placer. Deseando llegar al orgasmo y que ella también me comiera con mas fuerza mi coño le metí dos de mis dedos en su culito. Gritó, se convulsionó y me hizo la mejor comida de coño que me habían hecho en mi vida. Estaba a punto de correrme intensamente cuando un chorro de flujos entró hasta el fondo de mi garganta. Mi hermana se corría en mi boca y yo, perdiendo casi el sentido, al sentirla desfallecer de placer en mis labios, recompense los suyos con mi orgasmo. Extasiadas nos quedamos tumbadas la una sobre la otra lamiendo los flujos que aun emanaban de nuestros sexos. 
Después me levante. La mire. Su cara estaba empapada de mi. Me acerque a sus labios brillantes y, dulcemente, la bese. Nos limpiamos las caras con la punta de la lengua. Entonces ella fue a decir algo. La silencie los labios con los dedos y sin dejarla decir nada la volví a besar  y la pedí que se durmiera. Lo hizo abrazada a mi y así, sin remordimientos y con una sonrisa, despertamos a la mañana siguiente.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Alumna y profesor...


Entré en su despacho con la intención de preguntarle unas dudas sobre la asignatura que impartía en la universidad. La verdad es que en su asignatura siempre tenía dudas. Le prestaba tanta atención a él, a sus pantalones ceñidos a ese bonito culo, al intenso brillo de sus ojos, a la movilidad de sus dedos que tantas ganas tenía de sentir sobre mi piel, que normalmente no me enteraba de nada de lo que decía en la clase.
Nada más entrar por la puerta de su despacho, después de llamar inocentemente, me recibió con una sonrisa tan cálida y cautivadora que me sentí humedecer y me hizo temblar las piernas.
— Pasa Anjana, pasa. ¿Alguna duda sobre mi clase de hoy? —me dijo mientras yo sentía como todo el calor de mi cuerpo se concentraba en mis pómulos sonrojados y....entre mis piernas.
“Si, ¿cuando me harás sentir tus dedos sobre mi piel?" pensé para mí en decirle pero de mis labios solo broto un tímido y tartamudeante si.
Me ofreció sentarme en una silla de cuero negro frente a su mesa y me interrogó con la mirada. Yo le expuse mis dudas sin poder quitarme de la mente sus labios que tanto me apetecía besar. Se levantó de su asiento. Colocó sus brazos sobre los brazos de la silla y con dulzura me empezó a explicar mis dudas. Yo podía sentir su aliento jugando en mi pelo. El calor de sus palabras atravesaba mi melena y erizaba los pelos de mi nuca. No pude evitarlo me eché a temblar.
En los brazos de la silla sus dedos jugueteaban tamborileando. Sus palabras dejaron de ser audibles para mis oídos. Solo podía pensar en aquellos dedos ágiles jugueteando entre mis piernas, en la cima de mi placer, en aquel lugar prohibido que yo ya sentía empapado.
Estaba nerviosa, alterada, excitada, cachonda, loca de deseo y sin saber realmente lo que hacia, en un impulso incontrolable, mecánico, agarré una de sus manos, la arranqué de apoyabrazos de la silla y la apoyé con fuerza contra mi sexo latente por encima de la tela de mi falda.
La apreté con fuerza con mis dos manos por si él reaccionaba intentando apartarla. No quería que se moviera de allí. No lo hizo.
Durante unos segundos se quedo quieto. Yo podía sentir el calor de su mano en mi húmedo sexo. Notaba la tela de mi tanga humedecido. Mi excitación era tal que mis pezones se endurecieron contra mi blusa y mordiéndome los labios empecé a contonear mis caderas contra su mano.
El no decía nada, no hacia nada. Podía sentir su respiración en mi cuello, su mano en mi sexo. Dios como lo disfrutaba.
Entonces él empezó a mover sus dedos. A tamborilear como había hecho antes en la silla pero ahora sobre mi coño. Al sentir sus dedos moverse de mi boca escapó un gemido de placer. Solté su mano y me aferré con fuerza a los brazos de la silla.
Con su otra mano apartó el pelo de mi cuello y empezó a besarme con dulzura, dejando restos de su humedad en mi cuello, en el lóbulo de mi oreja, casi en mis hombros. La mano que acariciaba mi entrepierna se detuvo un instante. Un "No pares por favor" se escapó de mis labios. El subió mi falda hasta dejar mis muslos a la vista. Yo abrí mis piernas. Mi tanga de color rosa chile tenía una enorme mancha de flujos a la altura de mi sexo. Estaba tan caliente.
El lo separó con la yema de sus dedos. Aquellos dedos mágicos que tantas ganas tenía de sentir sobre mi piel. Los deslizó por todo mi coño. Empapándose. Haciéndome gemir de placer. Luego empezó a masturbarme. Primero despacio. Rozándome. Pasando los dedos por cada poro de sensibilidad de mi empapado sexo. Después martilleo con delicadeza mi clítoris y por ultimo, haciéndome estallar en gemidos incontrolables, me penetró con dos de sus dedos.
Era tanto el placer que sentía que notaba como mi cuerpo se contraía y mi espalda se arqueaba buscando sentir más dentro de mí aquellos dos dedos. No pares, no pares, era lo único que era capaz de decirle entre gemido y gemido.
Entonces llamaron a la puerta. Ninguno de los dos dijimos nada. Yo contuve mis gemidos. Me mordía los labios hasta casi hacérmelos sangrar. Estaba al borde del orgasmo. Necesitaba llegar al orgasmo.
En la puerta seguían insistiendo. Golpeaban cada vez con más insistencia en el cristal opaco que nos ocultaba de miradas indiscretas. El respondió:
— Un segundo por favor ahora le atiendo —Mientras aumentaba el ritmo de sus penetraciones en mi coño.
Le agarré su mano con las mías. Mi cuerpo se contrajo, mi sexo se convulsionó, mis labios sufrieron la mordedura de un brutal orgasmo contenido.
Después él fue hacia la puerta. Yo me coloque el vestido. Era el director que venía a preguntarle por los exámenes. Él me miró y sonriendo me dijo:
— Seguiremos con las explicaciones en otro momento...y no te preocupes profundizaremos un poco más en la materia —sonrojada me levanté y salí del despacho.
Sólo esperaba que él no tuviera que dar muchas explicaciones por la mancha de olor sexual que había en su silla.
Al día siguiente volví al despacho del profesor. Me había pasado la noche pensando en él, en la suavidad de sus manos, en como me había masturbado. Había pensado tanto en él y en aquel momento a su lado que habia terminado masturbándome bajo mis sabanas susurrando entre gemidos su nombre.
Me había levantado con una decisión tomada. Aquello no podía acabar así, el profesor se merecía una recompensa por ser tan aplicado en sus explicaciones. Con una sonrisa entré en el despacho.
Él, al verme entrar en su oficina con aquellos pantalones vaqueros ajustados que remarcaban mi figura, con el pelo suelto cayéndome sobre los hombros y con una sonrisa maliciosa en la cara, no pudo evitar sentirse sexualmente atraído de nuevo. Él también había tenido que masturbarse en su casa recordando el olor de sus dedos cuando la joven se convulsionó apretando su mano.
Fue a levantarse para recibirme pero con un gesto le hice ver que no hacia falta.
— Tranquilo profesor, hoy no vengo a preguntarle dudas, solo a devolverle el favor de ayer.
Puso cara de no comprender pero en cuanto pasé al otro lado de la mesa y le dí un suave beso en los labios comenzó a entender.
Fue un beso cálido en el que los labios se rozaron con dulzura. Después sintió la punta de mi lengua humedecerle la boca y por ultimo mi pasión juvenil besándole intensamente buscando entrelazar nuestras lenguas. Fue un beso tan intenso y pasional que no puedo evitar excitarse hasta que su sexo deformara la cremallera de su pantalón. Aunque él no podía saberlo aquel beso me había humedecido la ropa interior.
Dispuesta a compensar a mi profesor me arrodillé entre la silla y la mesa y con dulzura, malicia y deseo reflejados en mis ojos fui soltando el cinturón y la cremallera del pantalón.
El bóxer negro ajustado que llevaba se veía deformado por la tensión de su sexo. Desde tan cerca casi podía sentirlo latir bajo la tela. Sin pensármelo dos veces le di un beso. El cuerpo del profesor se convulsionó en la silla. Por encima de la tela fui recorriendo aquella polla con la que había soñado la noche anterior, desde la base de los huevos, que desprendían un calor que hacia arder mis labios, hasta la cima de aquel capullo que ya imaginaba rosado y húmedo.
Volví a sentirse tremendamente excitada. Mi sexo latía bajo mis braguitas blancas. Sin dejar de dar suaves besos al miembro erecto de mi profesor fue soltándome los pantalones vaqueros y buscando con la yema de mis dedos la humedad de mis bragas.
Entonces llamaron a la puerta. El profesor se puso tenso y me empujó debajo de la mesa. Me quedé allí, quieta, con las manos metidas en mis pantalones vaqueros y con el olor de aquella polla a escasos centímetros de mi cara.
—Adelante, pase —dijo el profesor.
Una voz de mujer habló desde la puerta. Era una compañera de clase. Una chica tan guapa como odiosa con la que no me llevaba nada bien.
La joven tonteaba entre risitas y preguntas estúpidas con el profesor. Él se mostraba nervioso. Escondida bajo la mesa, con mis bragas empapadas y aquella polla que tanto deseaba frente a mí, no se resistí más. Abrí el bóxer de mi profesor y extraje su pene que se quedo erguido. Tenía las venas marcadas, el capullo sonrosado se mostraba en pleno esplendor, de su punta brotaban pequeñas gotas de flujos que delataban la excitación de mi amante. Recogí aquellas gotas con la punta de mi lengua. Él se estremeció.
— ¿Esta Usted bien profesor? —preguntó la inoportuna compañera de clase.
— Si, si muy bien —contestó él mientras me iba introduciendo su sexo hasta el fondo de mi boca.
Pese a lo comprometido de la situación no podía parar. Si me sacaba aquel erecto miembro de la boca estallaría en gemidos de placer por el roce de mis dedos en el coño y aquello terminaría por delatarnos. Además se sentía tan rico el sabor de mi profesor en la boca. Disfrutaba tanto de las gotas de néctar que aquella polla me regalaba que no me hubiera liberado de ella por nada en el mundo.
A cada beso, a cada lamida, a cada succión que le daba a aquel instrumento de placer notaba como crecía en mi boca y con ella mi excitación me acercaba más a mi orgasmo. El profesor a duras penas conseguía mantener una conversación coherente con su otra alumna y yo disfrutaba imaginando la cara que pondría aquella bobalicona si descubría lo que estaba haciendo bajo la mesa del profesor.
Entonces tuve una idea maliciosamente morbosa. Llevaría al orgasmo a mi profesor delante de aquella alumna.
Aceleré el ritmo de mi boca. Mamé, succioné, chupé, lamí, besé, me follé entre mis labios aquella verga cada vez más erecta y excitada. Me ponía más y más excitada imaginando las caras del profesor intentando mantener la compostura y cuanto mas excitada estaba con más ganas me masturbaba y chupaba aquella polla.
Adecué el ritmo de mis dedos al de la mamada que propinaba a mi deseado profesor buscando alcanzar juntos el orgasmo. Quería que mi sexo se vaciara de placer a la vez que mi boca se llenaba del placer de mi profesor.
Mi coño se contraía, aquella polla se convulsionaba apretada entre mis labios. Los dos estábamos al borde del orgasmo. No pude detenerme...me daba tanto morbo hacerle correrse delante de aquella alumna engreída.
Instantes después sentía brotar entre mis dedos el placer de un intenso orgasmo y como se me llenaba la boca del semen de mi profesor que no pudo evitar un jadeo al correrse.
Sonreí bajo la mesa al pensar en las caras de profesor y alumna mientras me relamía de gusto bajo la mesa.