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martes, 28 de julio de 2015

Hola Cariño.

Hola cariño;
He decidido dejarte este email porque sé que lo primero que harás al volver del partido, y ver que no estoy en casa, es conectarte a Internet y mirar tu cuenta de correo. Es lo que has hecho, casi cada día, desde que nos casamos, hace ya más de siete años, así que confió en que hoy no cambies tus costumbres.
En estos años de matrimonio hemos compartido muchas cosas y seguimos siendo tan felices, o más, que el primer día pero, si en algo estamos de acuerdo, los dos, es en que nuestra vida sexual se ha vuelto monótona.
Antes, de novios, éramos mucho más alocados, practicábamos el sexo en cualquier lugar y casi de cualquier forma. ¿Te acuerdas de aquella noche en el cuarto de baño de la casa de tus padres mientras ellos nos esperaban en la mesa para cenar? Los dos echamos de menos aquellos momentos pero ya casi nunca los llevamos acabo. De un tiempo a esta parte hemos estado hablando de recuperar aquellas costumbres, aunque ya al borde de los cuarenta, no estemos para follar en la parte de atrás de nuestro coche. Tu te has obsesionado con la idea de probar a hacerlo con otras personas, en hacer un trío. La idea siempre me ha resultado morbosa, incluso he tenido intensos orgasmos fantaseándolo a solas contigo, pero nunca me he atrevido a hacerlo. Me daba miedo. Nunca he estado segura de meter a otra persona en nuestras relaciones. Nunca hasta hoy, y por eso este email amor mío, porque creo que ha llegado la hora de hacer esa fantasía realidad.
Te preguntaras el porque de este repentino cambio. Ayer, mientras compraba el pan en la tienda del barrio, apareció Vanessa, nuestra vecina del segundo. Estoy segura que te acuerdas de ella ya que, cada vez que coincidimos en el portal o en el ascensor, siempre te la quedas mirando a los pechos. Venia vestida con una falda muy corta color negro que acentuaba la curva de sus caderas y una blusa blanca con bastante escote. Su pelo castaño le caía sobre los hombros, lo llevaba suelto. Iba ligeramente maquillada. Con un suave toque de color fucsia en sus labios y un poco de rimel que hacía más intensa su mirada de ojos verdes. Hubiera llamado tu atención amor mío. Me saludo y, después de una breve conversación de vecinas de cinco minutos, me invito a tomar una taza de café por la tarde si no tenia nada que hacer. Como tu cariño, ayer a la tarde, trabajabas acepte y a las cinco y media baje a su casa.
Me recibió casi desnuda. Llevaba la típica camiseta de chico que le llegaba por debajo de las rodillas de esas con un numero bordado a la espalda, curiosamente el sesenta y nueve,  y que, a sus recién cumplidos treinta años, aun se puede permitir llevar. Se notaba claramente que bajo la camiseta no llevaba sujetador, ya que como tu bien sabes cariño, esta muy bien dotada de delantera y se notaba su suave bamboleo al andar.
Me sentí un poco incomoda. Yo con mis pantalones vaqueros ceñidos, esos que tu dices que me hacen un culo muy apetecible, y una blusa blanca sin mucho escote y el pelo recogido en una coleta y ella allí, delante de mí, prácticamente desnuda sin ningún pudor.
Me dijo que me pusiera cómoda en el sofá y ella vino con las tazas de café. Se sentó al otro extremo del asiento y, al hacerlo, la camiseta se subió levemente y dejó más a la vista sus firmes muslos. Nos pusimos a hablar y, la verdad, es una mujer encantadora. Cualquier menor atisbo de incomodidad en mí se borró al de quince minutos de conversación. Al de media hora ya parecíamos amigas de la infancia y empezó a contarme cosas de su vida. Porque seguía soltera, como había roto con su ultimo novio, como desde entonces no buscaba una relación con ataduras, no se muy bien como la conversación acabo derivando hacia el tema del sexo y su vida sexual.
Todo empezó cuando, hablándome de su ex pareja, comenzó a detallarme todos sus defectos, que si bebía, que si nunca estaba en casa, que si nunca la había amado como debía....la comente que algo bueno tendría que tener para haberse ido a vivir con él, y no lo dudo, me contestó que era un genio en la cama. Entre dientes y con una sonrisa traviesa confesó que no solo en la cama. No tuvo reparos en detallarme lo bueno que era usando la lengua. Me dijo que era el único hombre que le había conquistado entre las piernas. Ella me lo dijo sin inmutarse pero yo note como mis mejillas ardían y me ponía roja como un tomate, eso sí, despertó mi curiosidad.
Allí estaba yo, escuchando atenta como nuestra vecina me detallaba como su ex le hacia perder el sentido cada vez que posaba su lengua entre sus muslos. Empecé a ponerme nerviosa cuando, siempre entre risas me contó el día que no pudo resistirse a sus hábiles insinuaciones y le pidió, casi le rogó, que se metiera entre sus piernas. ¡ En la mesa de un restaurante!
Me recordó a nosotros cuando éramos novios mi amor y sentí que mi vientre se tensaba y que no podía resistir morderme los labios. La situación resultaba a la vez comprometida y morbosa. Nuestra vecina detallándome sin pudor la intensidad de sus orgasmos con aquella lengua explorando su intimidad y yo, intentando aparentar serenidad pese a sentir los latidos de mi corazón acelerarse y mi ropa interior humedecida. Y no solo por sus palabras cariño, si no por los recuerdos que ellas me traían. ¿Tú recuerdas el día en el que te metiste bajo mi vestido y me saboreaste hasta hacerme alcanzar un intenso orgasmo, que tuve que mitigar mordiendo las mangas de tu jersey en la ultima fila del cine? Seguro que sí. Yo, ahora, mientras te escribo, me vuelvo a humedecer solo de recordarlo.....seguro que Vanessa lo agradece.
Como te decía la situación era morbosamente comprometida, y todavía fue a más. Me dijo que si algo bueno tenia su ex era lo mucho que había abierto su mente en el mundo del sexo. Me contó que con él había experimentado sus primeras relaciones en lugares públicos, sus primeros intercambios de pareja y sus primeras relaciones lésbicas y que, desde que estaba sola, había aprovechado muy bien todas aquellas enseñanzas y que ahora disfrutaba ampliamente de los placeres del sexo.
Mi curiosidad estaba por las nubes. Sin pensar en las consecuencias le pregunté por su primera relación lésbica. Ella se sonrió y empezó a contarme que su ex, un día, le planteo la posibilidad de invitar a otra mujer a cenar con la intención de seducirla. Ella aceptó atraída por la idea. Ya en el restaurante dejó que su novio se la insinuara y la provocara y ella misma no tuvo reparo en rozárla suavemente los labios en un, mal llamado, inocente beso de nuevas amigas. La pobre mujer se sonrojó y nuestra vecina me confesó reírse divertida y a la vez sentirse sexualmente atraída ante aquella inocencia pudorosa. Durante el resto de la velada maliciosamente se dedicó a hacerle confesiones subidas de tono al oído de las virtudes de su pareja en la cama, lo que hacia aumentar el nerviosismo de la invitada.
Vanessa me lo contaba sonriendo y no pudo evitar reírse al recordar el brinco que pegó la pobre invitada cuando su novio, sin previo aviso, le puso la mano sobre uno de los  muslos y la metió entre sus piernas, antes de que ella pudiera reaccionar y llegar a cerrarlas. Me contó que su vergüenza la hizo salir corriendo de la mesa cuando él no dudó en decirle en voz alta que su acompañante tenia los muslos mojados. La pobre se refugio en el lavabo y ella la siguió con el consentimiento de su novio. Me relató lo que hizo en el baño, ni corta ni perezosa se acerco a ella y la besó en la boca dejando que su lengua dibujara sus labios: ese fue el fin de la timidez de la invitada. Y el inicio de mi deseo.
No se porque cariño en ese momento decidí aceptar tu proposición de hacer un trío. Estaba frente a la persona que hacía despertar en mi ese deseo. Deseaba sentir los labios y la lengua de Vanessa en mi boca. Notaba mis muslos mojados, mi corazón acelerado, mi apetito sexual descontrolado. Si no fuera porque aun eran más fuertes mi pudor y mi vergüenza hubiera empezado a masturbarme allí mismo, delante de ella. Y entonces pasó.
Vanessa cambio su postura en el sofá. Hasta ese momento había estado con las piernas cruzadas mirándome de lado y sujetando la taza de café entre sus manos pero en ese momento, en el que yo intentaba controlar mi deseo de besarla, dejo la taza de café sobre la mesa, descruzó sus piernas y se giró hacia mí levantando las piernas sobre el sofá y cruzándolas delante de ella para mirarme de frente. Fue solo un segundo, un segundo que me hizo empapar por completo mi ya mojada ropa interior y que casi me hace derramar lo que quedaba de mi taza de café. Al levantar las piernas al sofá Vanessa, en un descuido, me mostró su ropa interior. Llevaba un precioso tanga blanco con encaje en los lados pero no fueron los encajes lo que capto mi atención, ni el hecho de que pese a su pequeño tamaño no dejara a la vista ningún vello púbico lo que no dejaba dudas de que se depilaba aquella intima zona. Lo que me hizo estremecer fue la enorme mancha de humedad que cubría la parte central de su sexo. ¡ Ella estaba igual de excitada que yo!
Sentí un intenso calor brotando de mi entrepierna, subió como la lava de un volcán por mi ombligo y paso por mis pechos poniéndome los pezones de punta hasta brotar de mi boca en forma de suspiro y de palabras. No pude contenerme. La dije lo que me estaba pasando. Lo que acababa de ver. Le hable de nuestras ultimas conversaciones y de la, cada vez más excitante idea de hacer un trío. Le hable de las ganas que tenia de besarla. Me salió todo de golpe. Fue como un orgasmo pero en palabras. No pude contenerlo. No quise contenerlo. Y esperaba, mas bien deseaba, que después de esas palabras ella se lanzara a besarme. No lo hizo. Hizo algo peor que me tiene excitada desde entonces. Me hablo de esta idea.
Me dijo que la idea del trío contigo le atraía. Que también se había fijado en tus atributos en el ascensor y que le parecíamos una pareja encantadora y atractiva. Que ella también se había alterado hablando conmigo y que se le estaba pasando una idea por la cabeza. Me dijo que volviera a mi casa. Que pensara en la idea del trío durante toda la noche pero que no quería que hiciera el amor contigo esa noche, que quería reservarse mi siguiente orgasmo para ella. Le hable de tu costumbre de ir a ver los partidos de fútbol los domingos y entonces se sonrió y me explicó lo de esta nota en el ordenador prometiéndome darme ese beso que tanto deseaba y algo más cuando bajara a su casa el domingo por la tarde.
Aunque me moría de ganas de sentirla en ese momento la idea me resultó tentadora y morbosa. ¿Seria capaz de aguantar sin contarte nada hasta el día siguiente? ¿Estando excitadísima como estaba aguantaría mi deseo de hacerte el amor toda la noche? Uff no sabes lo mucho que me ha costado. Ayer estuve a punto de saltarme el juego y follarte salvajemente en la cama. Esta mañana, durante el desayuno, he estado a punto de volver a sucumbir y decirte lo que habíamos planeado y entregarme a ti sobre la mesa de la cocina. Y durante la comida notaba mi ropa interior chorreando pensando en el poco tiempo que quedaba para sentir a Vanessa en mi boca y que tu recibieras esta sorpresa de la que llevabas tiempo intentando convencerme.
Ahora cariño, voy a bajar a casa de Vanessa. Me he vestido con una camiseta casi transparente sin sujetador, me he puesto unas bragas blancas que ya tengo manchadas y que seguro que Vanessa no tarda en quitarme y unas medias blancas que cuando me las pongo para ti siempre te provocan una erección. Te adjunto fotografía para que veas el resultado por que, cuando bajes a casa de la vecina, ya no tendré nada de esto encima. Empezaremos sin ti y le daré el orgasmo prometido a ella. Te dejaremos la llave de su casa debajo del felpudo. Pasa sin llamar. Las dos te estaremos esperando. Quiero que sepas lo deseosa que estoy de recuperar nuestra activa vida sexual.

Tu, hasta hoy fiel esposa.

Marta

1 comentario:

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