El día que cambió mi vida fue un día normal. Uno de esos en los que te levantas temprano por la mañana para ir a trabajar y te pasas el día en la oficina rodeada de papeleo y malas caras de tu jefe. Uno de esos días que comes un sándwich de máquina por no haberte acordado de hacer la comida el día anterior y no tener tiempo de ir a casa a comer. El día que cambió mi vida fui al gimnasio e hice spinning como todos los jueves a la tarde y regresé a casa, a eso de las seis, para preparar una buena cena, ya que estaba muerta de hambre después de lo poco que había comido, para mi y mi marido. Y cuando ya tenía la cena hecha, en cantidad suficiente para cenar esa noche y comer al día siguiente llevada por el hambre, me llama mi marido a eso de las siete y media y me dice que no puede venir a casa a cenar que le ha surgido una reunión de última hora y que llegara pasada la media noche. Que no le espere despierta
Si en ese momento hubiera decidido conectarme a Internet y descargar una serie o película, si me hubiera puesto a cenar sola o me hubiera tumbado en el sillón a ver la tele aburrida como había hecho otras veces, mi vida no hubiera cambiado. Pero decidí salir a la biblioteca a coger un libro para poderlo leer a la noche. Y en ese momento mi vida cambió.
Para ser exactos cambió a la vuelta, cuando ya regresaba a casa con el libro bajo el brazo. Al entrar en el portal había dos chicos jóvenes esperando al ascensor. Rondarían los treinta años y era la primera vez que los veía. O eran nuevos en el portal o venían de visita. Di las buenas tardes y me coloque tras ellos a esperar la llegada del ascensor. Uno de ellos, el mas moreno de los dos, respondió con una sonrisa en los labios y se presentó.
— Buenas tardes. Me llamo Javi. Somos los nuevos inquilinos del séptimo piso.
— Encantada. Yo soy Ángela, vivo en el sexto. Respondí mientras que el otro chico no se presentaba.
Cuando el ascensor llegó al portal el chico mas callado entró el primero mientras que Javi me dejaba pasar y después se colocaba a mi lado. El otro chico quedó a mi espalda. Desde el primer momento me pareció sentir sus ojos fijos en mi pero no dije nada.
— Acabamos de trasladarnos a vivir en la ciudad y no conocemos a nadie ni nada. No sabrás de un sitio donde podamos pedir la cena para esta noche. ¿Verdad? Apenas si hemos acabado de instalarnos y no tenemos ganas de cocinar. — Me dijo Javi nada mas se puso el ascensor en marcha.
— Pues depende que es lo que os guste para comer.
— Pues a mi me da un poco igual. Me adapto bien a todo.
— A mi me gusta la carne. — Dijo el otro chico abriendo la boca por primera vez.
— A mi también. — Le dije girándome hacía él. En esa décima de segundo que nos quedamos mirando el uno al otro me pude dar cuenta de lo atractivo que era. Tenía unos ojos grises que llamaban la atención y una sonrisa juvenil y traviesa que le daban un aire seductor. Volví a girarme hacia Javi y enseguida me pareció volver a sentir los ojos grises clavados en mi anatomía. — Pues la verdad es que así, de pronto, no se me ocurre ninguno.
— Pues que pena. Podríamos haber pedido la cena y podrías haber venido a cenar con nosotros y así nos pones al día del vecindario.
— Estoy casada. — Respondí como una autómata como si eso me impidiera cenar. — Además yo ya tengo la cena preparada. — Añadí como intentando justificar la frase anterior y acordándome de que había hecho cena para dos les propuse venirse a cenar a casa. Lo hice sin querer. En un acto reflejo y con la seguridad de que iban a decirme que muchas gracias pero que no querían molestarme.
— Por mi encantado. — Respondió el chico a mi espalda. Mire de reojo hacia él y en el cristal del ascensor pude ver que tenía sus ojos clavados en mi culo. Mi primera sensación fue de incomodidad, la segunda en cambio fue de orgullo porque mi físico captara tan claramente su atención.
— Si no es molestia yo también encantado. — Añadió Javi.
— No, no es molestia. — Dije sin saber como salir de donde me había metido. Al fin y al cabo mi marido iba a llegar tarde y tenía comida preparada. No había nada de malo en ser buena anfitriona de unos nuevos y simpáticos vecinos.
Llegamos a mi piso y les invité a seguirme. Cuando fui a abrir la puerta de casa los dos se colocaron a mi espalda y, esta vez, la sensación fue de que me observaban dos pares de ojos.
Les llevé al salón y les preparé una copa de vino a los dos. Estuvimos charlando un rato mientras bebíamos y me contaron que se habían trasladado del pueblo por trabajo. Que ambos iban a trabajar en la misma empresa y que habían decidido compartir piso en la ciudad, al menos los primeros meses, para compartir gastos. En realidad todo me lo contó Javi. El otro chico solo se limitaba a mirarme.
He de reconocer que ambos eran guapos. Javi era mas bajito, mas moreno y mas charlatán. El otro era mas callado, mas misterioso, mas alto, mas atractivo y que no dejara de mirarme me hacía sentir halagada. Hubo un par de momentos en los que, dejándome llevar por esa sensación, deje caer un rato un tirante de mi vestido o cruce las piernas dejando que se subiera un poco y dejando un tiempo antes de colocármelo bien. Como queriendo mantener su atención en mi. Como un juego adolescente al que hacía tiempo no jugaba.
Excusándome, les dije que me iba a poner cómoda y que después les serviría la cena. Que si necesitaban algo que lo pidieran. Ambos se quedaron en el salón y yo me fui a mi cuarto a ponerme ropa de casa y, sobre todo, a quitarme los zapatos.
Pensando en como había podido acabar con los dos nuevos vecinos en mi salón sin apenas darme cuenta me quite los zapatos, el vestido y el sujetador ya que en casa no acostumbro a llevarlo. Y estaba en tanga pensando en lo mucho que se me va a veces la cabeza cuando oigo al otro chico en la puerta.
— Disculpa. ¿El baño?
Me giré sorprendida y me di cuenta de que estaba tan centrada en mis pensamientos que se me había olvidado cerrar la puerta y que desde el salón se veía mi habitación. No tengo costumbre de cerrarla en casa y ni siquiera pensé que había desconocidos en casa.
— ¡Que haces! — Le dije sorprendida viendo que el no dejaba de mirarme descaradamente.
— Pues te seré sincero. No tengo ninguna necesidad de ir al baño pero en el salón insististe un par de veces en que si queríamos algo lo pidiéramos.
— ¿Y se puede saber que es lo que quieres?
— A ti. — Me responde dejándome descolocada.
Sin dejarme reaccionar vi. que se acercaba a mi con paso decidido y antes de darme cuenta me estaba besando en la boca. Intente resistirme y conseguí apartarlo de mi ligeramente.
— ¡ Que haces! Soy una mujer casada. — Dije con tono enérgico.
— Lo se pero también se que estas deseando que te bese. ¿Sabes por qué?
— Porque.
— Porque cuando he entrado en tu habitación sin llamar ni siquiera te has cubierto las tetas. Las has lucido altivas ante mi.
Y tenía razón, en todo. Cuando entró en la habitación pese a la sorpresa no corrí a ocultar mis encantos. Los dejé bien a la vista de sus ojos deseosos. Y si, algo dentro de mi deseaba que me besara.
— ¿Qué vas a hacerme? — Pregunté como una tonta quinceañera temblorosa.
— Voy a hacerte mia… nuestra.
Ese nuestra me hizo girarme hacia la puerta y vi a Javi apoyado en el marco. El otro chico me agarró de la cintura y me giró hacia él para volver a besarme. Un beso largo, húmedo, intenso al que ya no opuse ninguna resistencia. Entonces Javi se acercó por mi espalda. Colocó sus manos en el espacio que había entre su amigo y mi piel y empezó a acariciar mis pechos desnudos. Después empezó a besarme en el cuello.
Sentirme rodeada por aquellos dos hombres me hizo estremecer. Javi besaba mi cuello y acariciaba mis pechos con delicadeza. El otro chico me comía la boca con lujuria y jugueteaba con su lengua dentro de mis labios mientras me tocaba descaradamente el culo.
Me sentía como en una nube, como si aquello no estuviera pasando de verdad y fuera solo una fantasía, un sueño. Seguramente en lugar de ir a la biblioteca había decidido quedarme tumbada en el sofá y me había quedado dormida y todo era fruto de mi imaginación. Una imaginación que me tenía excitada y con las bragas húmedas.
Cuando Javi se acercó mas a mi espalda y sentí su sexo duro pegado a mis nalgas perdí por completo el control dejándome llevar por lo que yo estaba segura que era un sueño.
— Me vais a volver loca. — Les dije cuando con ambas manos busque sus sexos dentro de sus pantalones. Con habilidad no tardé en soltar los botones y en introducir mi manos en su ropa interior. El sexo de Javi estaba caliente y duro, era grueso y ya desprendía unas gotas de flujo de su capullo. El del chico de ojos grises, en cambio, aún no había llegado a su máximo esplendor y no me sorprendíó comprobar que estaba completamente depilado. Con ambas manos empecé a masturbarlos entre mis dedos mientras que ellos devoraban mi cuello y mis pechos y me hacían empezar a gemir de placer.
Cuando Javi empezó a bajarme el tanga y a dejarme desnuda le deje hacer. Cuando puso su mano entre mis piernas y empezó a masturbarme con dos de sus dedos me limite a separarlas para ponérselo más fácil.
— ¡Oh Dios! — Exclamé cuando sentí sus dos dedos penetrándome hasta lo más profundo de mi ser.
Unos segundos mas tarde salió de entre mis piernas y me giró hacia él. Me ofreció sus dedos y no pude resistirme al verlos brillantes de mi. Al verlos tan húmedos tome conciencia de lo excitada que estaba. Los chupe con ganas hasta dejarlos completamente limpios mientras el los iba alejando de mi boca lentamente hasta casi hacer que me arrodille frente a él. Cuando terminé de limpiar sus dedos era su polla empalmada lo que tenía frente a mi.
Lujuriosa, deseosa, hambrienta como estaba me lancé a por aquel apetitoso manjar que se me ofrecía introduciéndomelo en la boca entero. Chupe con tantas ganas que casi me olvide de respirar y no dejé de hacerlo hasta que casi se me escapa una lágrima de los ojos.
Arrodillada como estaba y completamente desnuda mi culo y mi sexo eran presa fácil para el chico de los ojos grises.
Primero lo recorrió con su lengua. Completamente, sin dejar ningún rincón sin lamer, separando mis labios mayores y menores con la habilidad de la punta de su lengua y sacando a la superficie a mi hinchado y sensible clítoris. Después alargó su recorrido hasta llenarme de una mezcla de flujos mios y saliva suya hasta la entrada de mi culo. Después hicieron lo mismo sus dedos. Empezaron recorriéndome entera, haciéndome gemir como una loca lo que hacía que me ahogara aún mas con la polla erecta que intentaba devorar. Después cuando empezaron a follarme el coño hubo unos segundos en los que fui incapaz de moverme y me quede con la polla de Javi dentro de la boca apretándola entre mis labios. Cuando esos mismos dedos empapados empezaron a dilatar mi culo grité.
— ¡Me estáis matando cabrones!
Sentí que el chico que jugaba con mi culo se apartaba. No había nada en el mundo que deseara menos en ese momento. Abandonando la polla que llevaba un rato comiéndome me gire hacia él.
Se había desnudado y me ofrecía su sexo con descaro. Ya había alcanzado su cenit y, efectivamente, era mas grande que el de Javi. Totalmente descontrolada me abalance sobre él. Primero chupándolo con mi lengua desde sus huevos hasta su glande relamiendo cada poro como una gata lame un plato de leche. Después lo aprisioné entre mis labios y succioné hasta hacerlo suspirar de gusto. Completamente concentrada en disfrutar de aquel miembro tan sabroso, sentí como la polla que había dejado abandonada me golpeaba en la cara.
Arrodillada entre ambos, sujetando aquellos dos sexos latentes entre mis manos fui pasando mi lengua de una a otra y me las iba metiendo y sacando de la boca por turnos. La sensación de mezclar sus placeres dentro de mi boca me hacía desfallecer. Los flujos del chico de ojos grises eran densos, con un toque amargo. Los flujos de Javi eran mas suaves, mas dulzones y ambos iban pasando de una polla a otra empujados por mi sedienta boca y mezclándose en mi paladar.
Disfrutaba como una loca de mirar hacia arriba y verles con sus ojos cerrados y con la cara desencajada por el placer que sentían. Verles así por el placer que yo les estaba dando me ponía tremendamente cachonda al punto de no tardar en sentir como mis propios flujos se derramaban por mis muslos y goteaban al suelo al borde de un orgasmo que no era capaz de alcanzar. Me sentía al borde de la locura. En un estado de excitación máximo y con la necesidad de sofocar el ardor que brotaba de mi coño y me llegaba hasta el vientre. Necesitaba corrérme o me iba a desmayar.
— Follarme… — Dije entre suspiros en un instante que deje libre a mi boca. Ninguno de los dos pareció escucharme. — ¡Follarme por Dios!
Y lo hicieron. Dios que si lo hicieron.
Fue Javi quien se tumbo primero en mi cama de matrimonio. Cuando le vi allí tumbado con su miembro erecto apuntando al techo solo pensé en follármelo. Y lo hice. Me senté sobre él y deje que me llenara. Lo cabalgué, lo apreté, cada músculo de mi sexo se contrajo contra él para sentirme llena y exprimirlo.
El chico de ojos grises también se subió a la cama. Se puso tras de mi y me hizo echarme hacia delante. Por primera vez besé a Javi en la boca.
Con su sexo hundido dentro de mi. Ardiendo por dentro. Con unas ganas inmensas de correrme no pude evitar comerle la boca al verlo tan cerca mientras su amigo dilataba mi culo utilizando mis propios jugos para hacerlo.
“Me van a follar los dos a la vez” Pensé un segundo y casi me desmayo. No era la primera vez que alguien iba a follarme por el culo pero si era la primera vez en mi vida que alguien iba a hacerlo teniendo ya otra polla llenándome el coño.
— Ahhhhhh . Grité de placer. No necesite ni moverme. En el momento que sentí el capullo del chico de ojos grises abriéndose paso hacia mis entrañas me corrí como no creo recordar haberme corrido en mi vida. Un orgasmo tan intenso que pensé que me quedaba vacía, sin fuerzas. Me equivoque.
El miembro que se apoderaba de mis entrañas alcanzó a penetrarme por completo. En ese momento ambos iniciaron un ligero movimiento de cadera. Ambos se movían dentro de mi de forma acompasada. Casi podía sentir las dos pollas rozándose a través de mi.
El chico que me sodomizaba se agarraba a mis hombros para marcar su ritmo. Javi lo hacia agarrado a mis caderas y chupándome las tetas. Una nueva llama empezó a encenderse en los rescoldos del primer incendio
— ¡Me vais a matar joder! — Grite enferma de placer. Podía incluso sentir los latidos de sus miembros golpeándome por dentro. Me sentía tan llena que hasta notaba cuando las venas de uno de aquellos sexos se hinchaba dentro de mi.
El rescoldo se convirtió en brasa, la brasa en llama, la llama en fuego y el fuego en un incendio incontrolable que me abrasó por dentro y me hizo erupcionar como un volcán.
— ¡Me corro, cabrones, me corroo! — Exclame en medio del éxtasis. Después caí rendida y solo era capaz de murmurar. — Sed, tengo sed…
El chico de ojos grises abandonó mis entrañas. Me dejaron caer boca arriba sobre mi cama y, cuando el sexo de Javi salió de dentro de mi los flujos se escaparon mojándolo todo. Cada uno de ellos se puso a uno de mis lados y empezó a masturbarse sobre mi cara.
— Sed, tengo mucha sed. — Era incapaz de decir otra cosa.
Y me dieron de beber. Primero Javi que se corrió manchándome los pómulos, los labios y llenando parte de mi boca. Cerré los labios para tragar justo en el momento que el chico de ojos grises se corría.
Su orgasmo fue mas abundante. Manchó mi pelo, mis ojos y empapó mi boca cerrada, que no tardé en volver a abrir, y con mi lengua recogí el semen que resbalaba por mis mejillas. Después me alcé para limpiar los restos que quedaban brillando en sus capullos.
Apenas si recuerdo nada de después. Estaba ausente. Perdida en un mundo imaginario de placeres prohibidos, de pecados cometidos e infidelidades. Cuando recuperé la consciencia Javi y el chico de ojos grises ya no estaban en mi cuarto. Miré la hora en el reloj de la mesilla y, apresurada, cambié las sabanas de la cama y me di una ducha. El agua tibia me hizo darme cuenta de que nada de aquello había sido un sueño y que acababa de serle infiel a mi marido con nuestros dos nuevos vecinos.
Desde aquel día mi vida cambió. Aquella no fue la única vez que ví, sentí, y disfrute a mis vecinos.

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